♾ Adicción al descubrimiento
El privilegio, la satisfacción y la responsabilidad de ser un remezclador del saber ante una nueva amenaza.
Escribir código es uno de los rincones de tranquilidad mental con los que me he (re)encontrado durante la pandemia. De hecho, retomé la programación en serio en aquel aparentemente lejano marzo de 2020, cuando los privilegiados que podíamos permitirnos quedarnos en casa jugábamos con opciones a las que dedicar el tiempo que ya no podríamos gastar fuera.
Otra pequeña obsesión era hacer cosas, producirlas: un dibujo, una receta, un bote de mermelada, una figura tallada.
Pensaba (pensábamos), con un cierto fetichismo pre-digital injustificado, que el placer que podíamos derivar de ello tenía que ver con la dimensión física, sinpantalla, de todo ello.
Pero hace poco me di cuenta de que no había demasiada diferencia entre la satisfacción que sentía al programar y la que obtenía de dibujar. Y se lo dije a Octavio Medina, que es la persona con la que más he hablado de estas cosas.
Si no te parece normal tener esta conv un sábado noche es porque NO LO ES
El flow al que se refiere Octavio es este:
(…) a state in which people are so involved in an activity that nothing else seems to matter; the experience is so enjoyable that people will continue to do it even at great cost, for the sheer sake of doing it.
Mihaly Csikszentmihalyi pensaba que
The best moments in our lives are not the passive, receptive, relaxing times. The best moments usually occur if a person’s body or mind is stretched to its limits in a voluntary effort to accomplish something difficult and worthwhile.
El otro, más importante aún, privilegio de los que nos dedicamos a combatir el virus desde el frente de la información y el análisis es que en realidad vivimos una flow bonanza. Sea programar para analizar datos, leer artículos académicos, entender cómo demonios funciona la endiablada inmunidad, o los retos de eficiencia/equidad que implica un plan de vacunación: nos hemos pasado el último año con un incentivo nunca antes visto para aprender. Podemos dar rienda suelta a nuestra adicción al descubrimiento.
Y lo que es más: podemos tratar de convencer al resto del mundo, a quien nos lee (👋), de que se embarque en la medida de lo posible en esta misma adicción.
No sólo en su trabajo, sino en (casi) todo lo demás.
Compresión ~ comprensión
La compresión de conocimiento es la recompensa intrínseca al aprendizaje.
Curiosity is the desire to create or discover more non-random, non-arbitrary, “truly novel,” regular data that allows for compression progress because its regularity was not yet known.
Jurgen Schmidhuber - pdf
Cuando aprendemos sobre lo que tenemos alrededor estamos adquiriendo información nueva pero la transformamos en algo más manejable, más comprimido, que su formato habitual. La palabra “amanecer”, nos dice Schmidhuber, comprime en un puñado de sílabas algo tan complejo, matizado, como esto:
…y lo hace en todas sus variantes. Un amanecer en la montaña, sobre el mar, en tal o cual ciudad, en tu pueblo: es un amanecer al fin. No sólo eso: el concepto también incluye su variabilidad y su matiz. El sol sale por el oriente a una hora temprana que varía según el lugar del mundo y el momento del año.
Es decir: “amanecer” comprime mucha más información de la que parece a simple vista, pero es un concepto que hemos usado tanto que ya entendemos todas esas dimensiones. Dependiendo del contexto en que estemos usándolo, vamos a “descomprimir” una parte u otra de la información.
Cojamos ahora una de las ideas complejas a las que nos hemos ido habituando este año: inmunidad.
☞ Lo que ya sabíamos, más o menos: nuestros cuerpos son capaces de desarrollar ciertas defensas ante enfermedades de origen contagioso. Cuando mucha gente en un grupo poblacional determinado las tiene, dicho grupo puede formar una barrera impenetrable para el virus que causa la enfermedad.
☞ Lo que hemos aprendido:
La inmunidad puede adquirirse por infección pasada, mediante vacunación, o porque ya se disponía de ella, por ejemplo gracias a exposición a patógenos similares.
No sólo los anticuerpos proporcionan inmunidad: ciertas células (B, T) también son capaces de producirla.
Dependiendo del origen de la inmunidad y de la persona en que reside, así como de sus características, las defensas serán más fuertes o más débiles.
El patógeno es capaz de adaptar sus mecanismos de ataque para esquivar parcial o totalmente las defensas existentes. Normalmente la inercia del contagio prueba diferentes cosas en distintos lugares hasta que algo funciona por lógica de supervivencia.
Debido a todo lo anterior, la inmunidad no es absoluta, sino relativa: puede cambiar de persona a persona, y también varía en el tiempo para una misma persona.
Así las cosas, los porcentajes de inmunidad media en un grupo poblacional determinado no son súper informativos: ¿quién está dentro de ese porcentaje? ¿con qué nivel de defensas? Los que no están, ¿suponen una población susceptible de contagio comunitario porque tienen contactos particularmente estrechos entre ellos?
Como consecuencia última, la inmunidad de grupo es también un concepto no dicotómico, sino gradual y sujeto a cambios. Depende de la solidez en un momento dado de las defensas existentes en la población, y de la distribución de dicha solidez: quién tiene defensas, quién no.
Una vez asumimos todos estos puntos nuevos, el concepto “inmunidad” pasa a comprimir mucha más información, que de nuevo podremos descomprimir a trocitos para entender por qué una ciudad amazónica donde un 70% de la gente se había contagiado sufrió una nueva ola brutal hace poco; por qué tu probabilidad de reinfectarte si ya has pasado el virus puede ser distinta a la de otro; o por qué todavía es imposible saber cada cuánto tiempo vamos a necesitar siguientes dosis de vacunas.
El proceso de aprendizaje es útil por todo ello, pero también es intrínsecamente satisfactorio. Ahora sentimos que entendemos mejor lo que nos rodea. Hemos cambiado la manera de mirarlo, pero no tanto como para dejarlo irreconocible: hemos anclado el nuevo conocimiento (esto es crucial) en saber del que ya disponíamos.
Pero una cosa que me ha sorprendido profundamente durante este año es lo mal que hemos transportado este conocimiento que ya teníamos a la nueva situación.
Expertos estrechos vs. remezcladores del saber
Ciertos componentes complejos del concepto de inmunidad estaban previamente instalados en la mente de muchas personas.
Sabíamos que existía gracias a décadas de vacunaciones exitosas, sabíamos que no tenía por qué ser para siempre porque ciertas inoculaciones comunes (la gripe, sin ir más lejos) son anuales, y sabíamos de picos de contagio atados a procesos de inmunización posterior gracias a lugares comunes en conversaciones: “pues hay un virus estomacal circulando que vaya tela”, o “yo este año ya lo he pasado”.
En este caso, creo, el conocimiento estaba relativamente bien almacenado. El problema es que nos costó trasladarlo a la nueva situación y de pronto parecía que nadie disponía de ninguna intuición válida para la inmunidad con el SARS-CoV-2. Así, acabamos con ideas absurdas flotando, como “la inmunidad de las vacunas dura solo un par o tres meses”.
¿Por qué?
Veo dos explicaciones complementarias.
La percibimos como más nueva de lo que realmente es. Todos nos sentimos en una suerte de peli de ciencia-ficción extrema, y lo estamos en muchos sentidos. Pero esto es un coronavirus, algo no totalmente desconocido ni para la ciencia ni para nuestro día a día (¡los coronavirus producen resfriados!).
Hemos confiado mucho en expertos estrechos. Esto tiene sentido, claro: ¿cómo vas a entender un virus sin escuchar a virólogos, o una epidemia sin atender a los epidemiólogos… o la inmunidad, vamos, sin leer inmunología. Pero la experticia estrecha no te lleva hasta el final del camino. Sin remezcladores del saber, sin personas que sean capaces de unir conocimientos desperdigados y trasladaros a comunicación pública o a la toma de decisiones, puedes acabar reforzando la percepción de excesiva novedad: “esto es algo raro, nadie sabe nada, solo los super-mega-expertos con sus microscopios. Y todas nuestras intuiciones no sirven.”
Afortunadamente, los remezcladores pueden obtener incentivos en la satisfacción intrínseca al aprendizaje tanto o más que los expertos, porque en la identificación de patrones nuevos está a la vez el anclaje en lo existente y el descubrimiento.
Afortunadamente también, los mejores entre ellos están contando cada vez más con el reconocimiento social que merecen.
***
La verdad, toda compresión del saber es recompresión porque, bueno, nadie parte de la tabula rasa, de la no disposición de ningún tipo de conocimiento previo. Eso no existe.
Así que despreciar formas de recompresión de la información solo porque no muestran una minería estrecha y profunda de conocimiento aparentemente nuevo es algo que carece de sentido. Se parece bastante a despreciar a los DJs solo porque no tocan ningún instrumento.
Y Daft Punk ya nos enseñó que el remix de lo existente puede volarte la cabeza, y ser al mismo tiempo profundamente satisfactorio para ella porque supone una reconfiguración del patrón de conocimiento que ya tenías adquirido. De nuevo: aprendes sobre lo que ya sabes para verlo de una manera distinta.