🔬 Claudia Goldin: de la lupa al rango abierto
El viaje desde la corrección de un dato histórico erróneo hasta un nuevo marco para pensar y analizar el reparto del trabajo entre hombres y mujeres
El dato
Cuando Claudia Goldin se puso a mirar datos históricos sobre empleo de las mujeres para escribir su historia económica de la brecha de género, una de las primeras cosas que vio es que demasiado a menudo se clasificaba su ocupación como “esposa” a pesar de que eso no quería decir necesariamente que solo se dedicaran a tareas no remuneradas dentro de su hogar. Empleos informales de todo tipo, o que mezclaban economía familiar con venta hacia fuera del núcleo del hogar quedaban por tanto infra-registrados. Así que la primera tarea de Goldin fue volver a estimar el porcentaje de mujeres (casadas) que tenían algún tipo de empleo con participación en algún mercado. Cuando terminó de corregir los datos oficiales de EEUU para finales del siglo XIX resultaba que había que multiplicar por tres, más o menos, la tasa de empleo femenino.
Siguió tirando hacia atrás, década a década, hasta que pudo revelar que fue la industrialización de ese siglo (XIX) y la primera mitad del siguiente (XX) la que hizo decrecer la probabilidad de que una mujer participase en la fuerza laboral.
¿Las razones? Quizás ahora era menos fácil compatibilizar esas tareas no remuneradas dentro del hogar con participar en el mercado. Los modos de producción preindustriales permitían hacerlo: por ejemplo, las mujeres podían dedicarse a la hilandería o a la producción de bienes artesanales dentro del hogar, actividades que no solo contribuían al sustento de la familia sino que también podían ser vendidas en mercados locales.
Esto abría una nueva perspectiva para observar los mecanismos de discriminación por género: la del reparto desigual acumulado del total de tareas en un hogar determinado, sean estas tareas parte de un mercado formal, informal, o de los cuidados y mantenimiento de la propia vida dentro de la familia.
El modelo
Podemos pensarlo así: para subsistir, o incluso para progresar, un hogar determinado tiene un set de tareas a ejecutar. En ese set de tareas hay un subgrupo 💼💶 que reporta un ingreso monetario, remunerado, y otro que no lo hace 🧼. En un hogar con una pareja hombre-mujer, las que pertenecen a este segundo subgrupo suelen recaer con mayor frecuencia en la mujer. Esta es la definición mecánica de discriminación por género. Lo que añade Goldin es: cuando los costes de transacción entre las 💼💶 y las 🧼 subieron, porque había que ir hasta la fábrica para hacer las 💼💶, esto no deshizo el mecanismo asignando más 🧼 al hombre de manera que la mujer pudiera asumir 🧼 lejos de su hogar físico. Simplemente más 💼💶 fueron para el hombre. Y más 🧼 son para la mujer. Sí: en presente, y en España.
El shock
Este marco es analíticamente poderoso y fértil, más allá de entender mejor el pasado nos ayuda con el presente. El mayor shock sobre las 🧼 que puede tener un hogar es la llegada de una persona que no puede valerse por sí misma, a la que hay que cuidar. Como un niño 🧑🍼.
Si el mecanismo de asignación discriminada no se reduce, las nuevas 🧼🧑🍼 recaerán mayoritariamente sobre las mujeres. Y sí: en la investigación de Goldin publicada en 2010 junto a Marianne Bertrand y Lawrence Katz, observan comparando a graduados de MBAs de escuelas top estadounidenses que hombres y mujeres empiezan con ingresos similares sus carreras tras terminar estos carísimos y muy competitivos estudios. Pero de repente empiezan a ser divergentes: ojo al top 10% (percentil 90) de salarios.
¿Por qué? Tres razones: una es la formación pre-MBA diferente de ambos grupos, pero (para lo que aquí nos interesa) sobre todo en interrupciones en su carrera, así como en horas trabajadas. Ambas fuertemente asociadas con… la maternidad. Las interrupciones son los permisos de maternidad extendidos y los tiempos fuera de la fuerza laboral dedicados al cuidado del niño. Las horas trabajadas son reducciones de jornada y empleos a tiempo parcial para seguir en ello. En España, tal y como explican Lucía Cobreros, Jenifer Ruiz-Valenzuela y Claudia Hupkau en su capítulo de ‘Un país posible’ (¡ya lo puedes reservar en preventa!)
(…) podemos ver que son las mujeres con hijos las que más trabajan a tiempo parcial por cuidado de hijos (y/o otros adultos dependientes). Además, aunque el cuidado de los hijos es más frecuentemente la razón de trabajar a tiempo parcial para las mujeres que para los hombres, más de un tercio de las mujeres con hijos menores de 5 años y que trabajan a tiempo parcial querrían trabajar más horas. Este porcentaje crece hasta más de la mitad entre las mujeres con hijos de entre 5 y 15 años. El hecho de que entre los hombres, el cuidado de menores o adultos dependientes sea con mucha menor probabilidad una razón por la que trabajan a tiempo parcial, apunta a que sigue existiendo una diferencia en los roles de género tradicionales y a que las mujeres siguen especializándose en el cuidado de los hijos, a pesar de que muchas de ellas querrían trabajar más.
Tecnologías y expectativas
Por esto mismo cuando aparece una herramienta, una tecnología en realidad, que da a las mujeres más control sobre su reproducción el efecto observado (de nuevo, por Goldin y Katz) no es sólo en retrasos en la edad de matrimonio y maternidad, sino también en las elecciones de carrera. Eso pasó con las mujeres nacidas en los años cincuenta que tendrían después acceso a la píldora anticonceptiva.
La píldora fue introducida en EEUU en los años sesenta, pero su acceso no fue igual para todos los Estados ni, por supuesto, tuvo la misma relevancia para todas las generaciones. Goldin y Katz se aprovechan de esta doble variación para identificar si un acceso más fácil en edades clave para las decisiones de educación tenía algún efecto. Y sí:
El efecto directo de la píldora redujo el coste para las mujeres de permanecer solteras mientras invertían en una carrera profesional. La píldora redujo aún más el coste de la inversión en la carrera profesional para las mujeres al servir para aumentar la edad del primer matrimonio para una gran fracción de todos los jóvenes. El poder de la píldora para influir en la carrera profesional de las mujeres se vio magnificado por su impacto en la edad del primer matrimonio.
Fue gracias a este artículo de Luis (que, por cierto, abre con una cita de Goldin) que empecé a entender el enorme efecto de la tecnología sobre este tipo de desigualdades. El foco en este ejemplo (profundizado también por Luis aquí mismo) me parece, permitidme el chiste fácil, merecedor de Nobel.
Goldin también se ocupó en su maravillosa lecture de 2006 de otros factores que levantan la parte final de la U en la gráfica de % de mujeres en 💼💶 → las expectativas. Que pueden ser acertadas o desacertadas, e incentivadoras o desincentivadoras. Contémoslo de adelante hacia atrás:
✅↗️ En contraste con generaciones anteriores, las mujeres que alcanzaron la mayoría de edad en los 70s-80s anticiparon una prolongada participación en la fuerza laboral y, como resultado, realizaron inversiones significativas en educación superior. Estas expectativas se formaron en un contexto donde cada vez más mujeres trabajaban fuera del hogar, lo que llevó a una mayor inversión en su desarrollo profesional.
❌↘️ Sin embargo, las mujeres que crecieron en los 50s-60s formaron sus expectativas en una etapa en la que sus madres generalmente permanecían en casa, lo que llevó a suponer que su propia presencia en la fuerza laboral sería más limitada. Este supuesto resultó impreciso, ya que sí acabaron pasando un tiempo considerable trabajando fuera de casa una vez que se convirtieron en adultas (alimentando así las expectativas de las 70s-80s). A posteriori, considera Goldin, es probable que habrían invertido más en su formación y carrera profesional si hubiesen previsto esta participación más extensa en el mercado laboral.
✅↘️ Y, volviendo al punto en el que empezamos este texto, esta discrepancia entre expectativas y realidades también estuvo presente en las mujeres de principios del siglo XX, aunque en su caso las expectativas de carreras laborales cortas debido al matrimonio y la familia resultaron ser en gran medida acertadas.
Goldin (2006) elaboró sobre estos patrones para ilustrar cómo, en periodos de cambio rápido, las expectativas de las mujeres acerca de su futuro en el mundo laboral pueden desviarse significativamente de la realidad, llevando a una inversión educativa subóptima.
Y uno de los puntos para tirar de esta madeja, que permitió pintar la curva en forma de U y trazar sus puntos de inflexión junto a los posibles determinantes de cada giro, fue ni más ni menos que una corrección a una serie histórica. Un “oye, esto que tenéis aquí no está bien”. O cómo la lupa nos puede llevar al rango abierto.
En su hilo Ángel también miró el reparto entre parejas formadas por dos mujeres, que sirve como contrafactual interesante. Y sí: es más igualitario.
Para saber más y mejor:
La pieza pop y la técnica de Nobel, de las que esta nota es apenas una reelaboración medio informada y salteada con otros datos.
Claudia Goldin: una detective y referente de Nobel, por Jenifer Ruiz-Valenzuela recogiendo voces de varias investigadoras.
Muy merecido Nobel a Claudia Goldin, por Ainoa Aparicio Fenoll, Libertad González y Judit Vall.
Claudia Goldin: Nobel, por Alice Evans · su newsletter entera es la mejor que conozco en este campo. El libro que está preparando va a ser 👁️