Cómo Hamas rompe el equilibrio regional
Irán, la alianza EEUU-Israel-países árabes, y el interrogante del nuevo equilibrio que todavía no conocemos, en esta nota de apuntes también temporales (aunque con vocación algo más permanente)
El equilibrio pre-octubre
Hasta octubre de 2023, tres rasgos definían la manera en que Israel garantizaba su seguridad. Los tres han pasado a estar en cuestión en las últimas horas.
A nivel nacional: división > integración. Con respecto a los liderazgos palestinos, Israel siempre se enfrentó a un dilema que es en realidad clásico en política: elegir entre…
Coordinarte con las facciones más moderadas dentro de tu bloque rival, pero entonces tendréis que derrotar de manera conjunta a los extremistas de tu lado y a los del lado contrario.
Mantener tu bloque unido y permitir (o fomentar) la división del contrario, lo que hace que implícitamente te alinees con los intereses más extremos del otro lado.
Por defecto, (b) es la opción más factible porque (a) implica un grado de confianza que pocas veces existe/es fácil de construir, y porque el temor a ser devorado por tus propios extremistas es el más inmediato para cualquier facción. No ha sido una excepción en el caso de Israel respecto a los liderazgos palestinos: el resultado ha sido no construir una relación robusta con liderazgos moderados ni integrar estas voces. Y, por tanto, preferir como mal menor el manejo de una oposición dividida. Muchos analistas, por cierto, tratan de definir qué fue antes en esto: si era imposible confiar en un liderazgo débil como el de Fatah o si precisamente las decisiones de Israel fueron la causa y no la consecuencia. Es una pregunta relevante pero casi imposible de responder empíricamente.
En Gaza: Hamas > caos. Ariel Sharon sacó al ejército israelí de la Franja en 2005. Hamas tomó el poder, algo que por supuesto Israel asumía como resultado más probable. En esencia, les parecía preferible regalarle una base amplia al grupo terrorista y permitirle el crecimiento en Gaza a cambio de no asumir los costes de manejar el territorio (la constante decisión iterativa entre las opciones a-b del punto anterior erosionan a Israel tanto operativa como políticamente), asumiendo que se podía contener su crecimiento dentro del mismo y que no iba a suceder ningún desborde significativo.
A nivel regional: alianzas con países árabes cercanos. Este es el rasgo más nuevo, aunque resulta difícil trazar un punto de inicio. Es instructivo comenzar por el caso de Egipto. Enemigo directo en la guerra más significativa (hasta el pasado sábado 7 de octubre) que había atravesado Israel, es ahora partner en aspectos como, precisamente, el manejo de la franja de Gaza. Sumémosle la coordinación (más antigua) con Jordania, y los (recientes) acuerdos de normalización de relaciones de los últimos años con Marruecos, Sudan, UAE, Bahrein… más el que se estaba cocinando con Arabia Saudí. Tenemos la imagen completa: acuerdos con países árabes cercanos… que eran y son aliados o partners de los Estados Unidos.
Cómo y por qué se rompe
El problema viene con los efectos combinados de (1, 2, 3).
Hamas se consolida como una organización a la vez pseudo-estatal y pseudo-militar, con fronteras sociales difusas respecto a los 2M de personas que habitan Gaza, que a su vez cuentan con voces que demandan a este liderazgo soluciones distintas al equilibrio actual.
La probabilidad de que estas soluciones puedan buscarse por vía de presión coordinada con aliados árabes internacionales que sean a la vez enemigos/rivales de Israel parece menos probable de lo que ha sido históricamente (país XYZ abriendo guerras contra Israel motivadas en parte por Palestina), en la medida en que se va consolidando una suerte de anillo regional alineado: “Los socios estadounidenses rodearían de hecho la Península Arábiga, asegurando el control del Mar Rojo, el Mar Arábigo y el Golfo Pérsico a través de sus tres puntos de estrangulamiento marítimo cruciales: el Canal de Suez, el Estrecho de Bab el-Mandab y el Estrecho de Ormuz.” [Ibish]
Esto convertía al financiador principal de Hamas y mayor rival estratégico de EEUU e Israel en el perdedor neto: Irán.
Así desembocamos en los ataques del pasado sábado, que llevaban meses (como mínimo) en planificación, y que rompen por completo el equilibrio existente, independientemente del grado de coordinación ex ante entre Irán y Hamas en la acción específica (con la info que se ha venido revelando y teniendo en cuenta lo complejo de la planificación, mi hipótesis ahora mismo es que Irán no ordena a Hamas la acción, pero sin duda la hace posible con su financiación+armas, y probablemente varios de sus oficiales conocían que iba a suceder al menos en cierto grado sin necesidad de haberla impulsado).
Los ataques son terroristas en su naturaleza. Independientemente de la carga normativa/política de la etiqueta, la verdad es que se ajusta empíricamente al modo de operación (generar terror) y a los posibles objetivos, a saber:
Generar una reacción por parte del actor atacado que a su vez le haga perder apoyo de sus aliados menos sólidos.
Dividir internamente al actor atacado.
El segundo efecto queda enmascarado por el primero: la reacción al ataque es de cohesión y empuje conjunto, pero existe en la medida en que se cuestiona tanto al gobierno actual (“¿cómo pudo suceder esto?”) como la estrategia de largo aliento (“¿qué hemos hecho para ponernos en esta situación?”) y, una vez pase la emergencia actual, ambas cuestiones ocuparán un lugar central en la notablemente proporcional y multipartidista democracia israelí.
Volver a Gaza
El foco está ahora por tanto en la reacción. Creo que el alto mando israelí sabe perfectamente que esta es parte de la intención de Hamas. El alto mando también está viendo, como estamos viendo todos, la ofensiva diplomática de Irán: tratando de re-consolidar una alianza anti-Israel: Iraq, Siria, Líbano… y hasta conversaciones con Arabia Saudí (!!!!).
Pero no creo que, analíticamente, en el corto plazo pueda esperarse que Israel haga otra cosa que responder precisamente por la lógica bajo la cual el Estado fue fundado y opera: un refugio seguro para la población judía. Hamas pretendía (y logró) cuestionar esa seguridad con sus ataques.
Esto le abre la complicada veta de re-entrar en Gaza. Es notable que llevemos una semana y la entrada por tierra no se haya ejecutado todavía. Eso nos habla de lo difícil que es definir los parámetros concretos de la operación (cómo entra · cuánto tiempo está · en cuántos lugares · qué operaciones ejecuta en esos lugares), y la pregunta central operacional: ¿cuáles son sus objetivos? La reacción no es un objetivo per se. Producir un cambio en el statu quo no es un objetivo. El objetivo es cuál va a ser ese nuevo statu quo que quieren alcanzar. No hay respuesta (públicamente disponible).
Esta pregunta operativa se enmarca además en el contexto estratégico descrito más arriba y le provoca a Israel un dilema de difícil solución: si la operación en Gaza puede ser vendida como desmedida o el nuevo statu quo es intolerable para la suficiente cantidad de sectores en la región, la ofensiva diplomática iraní tendrá más éxito, y menos viable será la consolidación del anillo de aliados que mapeaba más arriba. En ello confían Irán y Hamas. Pero si la reacción no produce un statu quo estable/aceptable para la seguridad israelí, su división interna se acrecentará, por no hablar de la debilidad táctica en la que podría quedar.
Hay dos factores que complican todavía más el dilema de Israel:
Hamas y Egipto tienen pocos incentivos para coordinarse, pero si lo tienen en algo es en no facilitar la salida de la población de la Franja. Los primeros porque es su principal salvaguarda junto a los rehenes que tomaron; los segundos por las implicaciones sociales, humanitarias pero también de seguridad nacional que tendría abrir fronteras sin filtro.
Hezbolá, claro: una organización más articulada y preparada que Hamas, con una base de apoyo iraní. El país financiador tiene incentivos para activarla, forzando operacionalmente a Israel a luchar en dos frentes al mismo tiempo. Pero la organización sobre el terreno tiene sus propios incentivos respecto a la situación actual del Líbano. Una entrada limitada estratégica (una opción escalable, gradual) parece un posible resultado a corto plazo. — Creo que la probabilidad es alta pero no segura, y tengo una confianza más bien baja en mi pronóstico: hay demasiada información no conocida y la posibilidad de escalada por accidentes o asimetrías de información es alta.
Y una línea roja de la que todavía no hemos hablado. O más bien negra: “EEUU, la UE y UK no permitirán que Israel ataque la infraestructura de gas y petróleo iraní, causando el caos en los mercados energéticos” [Tanchum]. Ni siquiera hay que llegar a ese punto, de hecho. Ya podemos asumir, como lo hace aquí Malcolm Scott (gracias a mi compañera Natalia Collado por la pista), un impacto en los precios del petróleo:
Es el momento de recordar que una consecuencia central de la guerra del Yom Kippur fue el embargo de petróleo a Occidente. Parece lógico pensar que los principales aliados de Israel tienen bastante presente este riesgo. Se produce aquí una cadena y cierre interesante: esta amenaza difusa pero creíble al suministro actuará, vía los suministradores (muchos de ellos esos aliados/partners estadounidenses que comentaba antes), como límite de acción para Israel en Gaza explicitado además a través de los marcados por las normas del derecho internacional para los conflictos armados.
Como resultado de todo ello, una operación de fuerza decidida pero permanentemente tensionada por el dilema estratégico regional israelí y de sus aliados occidentales, relativamente acotada en su penetración y presencia territorial, enfocada en la (dificilísima) tarea de eliminar objetivos y capacidad operativa de Hamas, y sin un horizonte temporal definido desde el inicio (entrar sin saber a ciencia cierta cuándo se va a salir) parece lo más probable ahora mismo — mi confianza sobre este pronóstico es moderada porque creo que ni siquiera está del todo decidido entre quienes deben ejecutarla.
Pero es algo que, en cualquier caso, deja el equilibrio regional en el aire.
Prometo continuación en el aspecto energético si lo que aquí dibujo acaba por jugar un papel relevante. Mientras, os dejo con un dato aproximado a partir de esta lista de países por producción de petróleo a día de hoy: no menos de un 20% de la producción mundial estará afectada por el nuevo equilibrio regional.
Interesantísimo, Jorge. Las posibles afectaciones al mercado energético mundial son impresionantes, la escalabilidad del conflicto es, cuanto menos, terrorífica a nivel mundial. El dilema de Israel entre seguridad-democracia propia-economía es digno de estudio.