🗣 Condenados al 'blah blah blah'
Encontrar una vía común para la transición que reducirá el impacto del cambio climático no es una cosa de buenos y malos, sino de ganadores y perdedores.
Esto solo son los dos ejemplos más recientes y notables de una excusa argumental que es ya parte consustancial de los discursos tanto de activistas como de políticos en torno al cambio climático.
Puede parecer una combinación de figuras retóricas relativamente inocentes, una suerte de fórmula efectiva para llamar a la acción: “hay que hacer algo, hagámoslo, pronto, ya” + “los políticos/empresarios no lo harán” = “alguien tiene que hacerlo”.
Pero detrás de ella se esconde una lógica que en realidad me parece inoperante, porque creo que impide en lugar de facilitar la consecución de soluciones al cambio climático causado por el ser humano.
(Porque, lo dejaré claro desde ya: sí, por supuesto que creo que este es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos como especie y que necesita de nuestra atención y recursos de manera prioritaria.)
Y creo que es útil despiezar el origen de esa preocupación, porque (espero) nos ayudará a enfrentar mejor este problema.
¿Buenos y malos?
En la fórmula argumental anterior hay una división implícita entre los buenos y los malos. O, más finamente, entre los héroes y los inútiles.
Los héroes seríamos los que nos damos cuenta del problema y exigimos una solución.
Los inútiles, la bloquean con su ineptitud en el mejor de los casos, o su maldad en el peor.
Es natural que una activista como Thurnberg adquiera esta argumentación y la defienda de manera estratégica: es su trabajo, en el sentido amplio: es su vocación y su rol. Presionar desde fuera para que los hacedores de decisiones las tomen en la dirección que ella considera mejor.
Pero resulta más raro que reciba un reflejo mimético desde dentro en boca de uno de los jefes de gobierno más poderosos del mundo. ¿No es él quien tiene que hacer algo? ¿A quién se lo pide exactamente? ¿Es, además de un inútil, un cínico?
Yo creo que no, que simplemente Johnson no se atreve a decir en voz alta que esto no es cosa de héroes e inútiles, sino de ganadores y perdedores.
Ganadores y perdedores
El cambio climático anticipa un coste entre elevado, altísimo, inaceptable e insostenible si seguimos empleando la misma tecnología de creación de bienestar que nos ha permitido sacar a la mayor proporción de personas de la miseria, la supervivencia o la precariedad en toda la historia de la humanidad. Y lo hace cuando aún no tenemos una tecnología alternativa lista que garantice lo mismo para todos, especialmente para quienes aún no han acabado de salir de la miseria, la supervivencia o la precariedad.
Así que hoy por hoy esta es una cuestión de qué pérdidas queremos asumir y cómo vamos a repartirlas.
Poco a poco consolidaremos tecnologías que reduzcan estas pérdidas agregadas, pero incluso el acceso a las mismas está en riesgo de seguir segmentado. Pensemos en el precio de un coche eléctrico, o de alimentos sin huella de carbono. ¿Quién puede permitírselos? Solo el 5% o 10% más rico del mundo, siendo generosos.
Si eres político, tu trabajo es responder a la cuestión de la elección y distribución de esas pérdidas. Algunos ejemplos ya familiares para muchos: renunciar a fuentes de energía baratas, o encarecerlas; introducir costes en forma de impuestos a aquellas decisiones de producción o de compra que calientan el planeta; encarecer modos de transporte con altas emisiones, etcétera.
Tu trabajo es también demandar o facilitar compensaciones a los perdedores.
→ Si eres el líder de un país de ingreso medio que está en la misma curva de crecimiento en la que estaban los Estados Unidos o España hace unas décadas, propulsado por los mismos combustibles fósiles que ellos, y ahora llegan a decirte que mira, que es hora de parar porque si no, todos nos hundimos, me parece inevitable que exijas compensaciones.
→ Si eres un sindicalista en una ciudad en la que dos generaciones enteras han podido tener una vida razonablemente mejor a la de las anteriores gracias a la fabricación de coches, es apenas lógico que preguntes qué habrá para la tercera generación porque no quieres que tu ciudad acabe como Detroit.
Packard Automobile empleaba a miles de personas en Detroit. Ya no.
Por eso estamos negociando objetivos diferenciados, fondos climáticos, inversiones en transición energética, y todas estas cosas que sirven para que los perdedores sientan y crean que vale la pena invertir en la transición. Estamos intentando repartir costes. Estamos haciendo algo: ese algo se resume en “blah blah blah” porque solo puede ser negociado.
Y en esa negociación hay que convencer a mucha, muchísima gente.
El mayor problema de coordinación de la historia
La política no violenta es un juego de alineamiento parcial de intereses entre individuos y grupos que tienen preferencias irreconciliables en su origen. Los consensos más duraderos son siempre arduos de conseguir, por una buena razón: queremos que incluyan a la mayor cantidad de gente posible.
No nos habíamos encontrado con ninguno que tuviera los requerimientos de inclusión que tiene el enfrentarse con el cambio climático. Literalmente el mundo entero tiene que estar remando, si no en la misma dirección, al menos no en direcciones opuestas.
Estamos coordinando casi ocho mil millones de almas. Y no lo vamos a conseguir con “acciones decididas” y “menos retórica”: esa vía solo lleva a la segmentación del esfuerzo; a que los que pueden ganar (o perder menos) con el reparto de costes que implica la transición se metan en el barco y el resto se queden fuera.
Yo prefiero que sigamos intentando estar todos en el mismo, más que nada porque, si ese “alguien tiene que hacerlo” de la ecuación no incluye a cuanta más gente posible, tampoco lograremos el objetivo final.
La lección de la pandemia
A todo lo anterior, algunos ‘halcones climáticos’ (es decir, quienes proponen y desean acciones más decididas contra el cambio climático) responden que la urgencia es demasiado grande como para procesarla a través de politics as usual. En esta perspectiva, el cambio climático es un shock externo lo suficientemente importante y omni-comprensivo como para obligarnos a todos a actuar al unísono una vez comprendemos su gravedad.
Bueno: el mundo ha perdido a más de 5 millones de personas a manos de un solo virus en el último año y medio, y aún estamos viendo cómo hacemos para que la distribución mundial de vacunas no sea tal que España tenga a un 80% cubierto mientras Nigeria apenas ha podido proteger a un 1,5%.
La pandemia es la prueba de que incluso los problemas más perentorios y globales, en los que los intereses de la humanidad están aparentemente más alineados, no se pueden solucionar sin resolver problemas de coordinación.
La capacidad de comunicar información, haciendo explícitos nuestros intereses y contraponiéndolos a los de nuestros vecinos, es nuestra bendición como especie, y también nuestra maldición inevitable.
Estamos condenados al ‘blah blah blah’.
* * *
“Habláis de nada en canciones que no dicen nada”, le decía SFDK al ToteKing y a su hermano pequeño (Shotta) en ‘El liricista en el tejado’ hace ya 20 años. Fue el beef más importante de la escena del rap español en su día. Yo tenía 16, y no entendía por qué alguien con un micro y una plataforma tan grande se iba a dedicar a cruzar insultos con sus compañeros de profesión. Prefería escuchar a gente como Hechos contra el Decoro, Chojin, Arianna Puello o, en una versión más pastel, Nach. A mi juicio, sus canciones sí hablaban de cosas.
Pero hoy apenas muy ocasionalmente me detengo con ninguno de esa lista, y sin embargo sí vuelvo periódicamente a SFDK y a ToteKing. Me parecen una aproximación mucho más honesta a cómo funcionan las relaciones humanas públicas – es decir, la política: conflictos de intereses cruzados por la gestión del poder como fin en sí mismo y las asimetrías de información, malentendidos y teléfonos rotos que son la materia prima con la que resolvemos nuestros problemas.
SFDK y ToteKing harían las paces en 2005 con un lapidario verso del segundo en una canción con los primeros, que concluía: “mis abrazos con Óscar y Zatu no son asunto tuyo”. Del mejor blah blah blah que uno puede encontrar ahí afuera.