🔮 Cuatro futuros post-pandemia
Todos ellos tienen al virus con nosotros; en ninguno volvemos a vivir completamente como antes de 2020; pero en alguno (difícil de alcanzar) prácticamente lo logramos.
Vamooooo!
Creo que es momento de parar un instante, separar la señal del ruido, y entender mejor dónde estamos respecto a la pandemia.
Para eso, a mí me gusta hacer listas de hechos estilizados:
Las vacunas que estamos usando en el mundo funcionan excepcionalmente bien para evitar desarrollos graves de la covid; entre algo y muy bien (pero peor) para evitar infecciones. En líneas generales, son escudos individuales de alta calidad.
El avance mundial de la vacunación ha acelerado pero aún hoy, a cierre de julio de 2021, solo ~1.000 millones de personas en el mundo tienen una pauta completa. Otros ~1.000 millones la tienen a medias. La mayoría del mundo sigue sin vacunar.
Estas vacunas fueron desarrolladas en poco tiempo, ya sabemos cómo hacerlas, y este virus no parece un objetivo particularmente complicado al que apuntar con ellas.
Cada nueva variante del virus no ha traído incrementos significativos en su letalidad (los cambios marginales a peor los podemos debatir, pero no hay nada que haya multiplicado por 3 o por 10 el número de muertes sobre infectados).
Pero las variantes sí han traído una mayor capacidad de contagio: ya hemos tenido más de una mutación que ha logrado asentarse gracias a que se agarra mejor a nuestros cuerpos. Delta es la (pen)última iteración.
Ese mejor agarre tiene algo de escape de inmunidad adquirida por infecciones pasadas. También, aunque mucho menos, de restarle efectividad a las vacunas. Esto último no es significativo por ahora, pero si la trayectoria evolutiva se mantiene, podría meternos en problemas.
El virus ha demostrado una extraordinaria capacidad para defenderse de todo lo que le hemos echado a la cara: inmunidad por infecciones pasadas; inmunidad por vacuna; restricciones a la movilidad. El virus casi siempre ha encontrado cómo sobrevivir contagiándose entre susceptibles, no vacunados o quienes decidían o tenían que moverse igualmente.
Entre las incógnitas importantes, destacaré una: no tenemos todavía claro cómo funciona la inmunidad contra el virus. Más específicamente, no entendemos bien (1) si la adquirida por infección empeora rápida o lentamente; (2) si la adquirida por vacunas que no depende de anticuerpos sino de células es mejor de lo que creemos; (3) si una persona infectada ya vacunada desarrollará algún tipo de inmunidad complementaria; (4) si todas las anteriores son más o menos efectivas en el largo plazo (>1 año) para evitar que las segundas, terceras o cuartas infecciones sean más graves.
Ahora, vamos con las hipótesis informadas. Los dividiré en dos grupos: pronósticos y escenarios.
Primero, lo que creo muy probable que suceda o esté sucediendo ya.
Un 70% de la población vacunada no va a ser suficientepara extinguir el virus. Tampoco tasas más altas. En Israel, por ejemplo, la nueva ola comenzó en ciudades con tasas de vacunación de >95%. El daño que hizo delta allí fue mucho menor gracias a la vacunación, pero ésta no la detuvo por completo.
El virus tiene capacidad demostrada de evolucionar hacia algo más contagioso incluso con las vacunas actuales, a medio o largo plazo.
Pero nosotros también hemos demostrado que podemos contrarrestar esos cambios con nuevas vacunas, porque las actuales han sido fáciles de desarrollar y entendemos bastante mejor el proceso ahora que hace un año.
La regresión a la media de la dinámica social (en los países ricos lo llaman “fatiga pandémica”; en los no tan ricos, “la economía se ahoga”) va a ser, está siendo ya, cada vez más nítida. Una proporción determinada de la población decidirá quedarse en casa cada vez que el contagio esté alto en su zona, pero esa fracción no será constante ni estará perfectamente relacionada con las normas establecidas en dicha zona, como no lo ha sido hasta ahora.
Todo lo anterior nos lleva a la constatación de que por ahoratenemos que inventarnos una mejor manera de convivir con el virus. Dicho de otra manera: exponerse al virus parece eventualmente inevitable.
Hay varias palancas que podemos tocar para producirla. Yo creo que mascarillas en espacios cerrados y ventilación efectiva son dos que servirán en cualquier lugar del mundo. Los específicos de su aplicación dependerán de cada lugar, ciertamente. Y, llegado a un punto en el ascenso de la curva de contagios, no bastan por sí mismos.
La eficacia y conveniencia de las restricciones a la movilidad es menos clara: por una parte, parece que la gente se queda en casa movida por la percepción de riego (contagio) más que por la norma reinante. Por otra, la puerta que se abre en un mundo donde los estados puedan decidir sobre la libertad de los individuos de manera drástica y no extraordinaria, sino ordinaria, eleva enormemente los riesgos de seguir usándolas sin establecer unos criterios claros de objetivos, efectividad, excepcionalidad y garantías de reversibilidad. Las bases constitucionales para ello existen en la mayoría de las democracias, pero las diferencias de aplicación y los tira y aflojas entre poder ejecutivo, judicial y distintos niveles territoriales indica que aún queda mucho que afinar.
Así las cosas, la vacunación es el único instrumento de salida creíble con el que contamos a día de hoy. Y con ella es que debemos construir los escenarios.
El futuro depende de la vacunación
Y con todo lo que sabemos o intuimos, entreveo cuatro futuros escenarios posibles. En todos ellos, el virus se vuelve endémico por años o décadas (o indefinidamente), pero el daño que nos puede hacer varía enormemente.
1 Vacunación universal. En el mejor de los mundos posibles, las vacunas actuales o una versión mejorada de las mismas llegan aún más rápido de lo que están llegando las actuales a una inmensa mayoría de la población mundial (más del 95%), y mantienen una efectividad alta. Esta versión mejorada debería cumplir con tres requisitos para ser ideal: puede anticipar aún mejor que las actuales - que ya lo hacen bastante bien - las mutaciones que produzcan escape inmune; tiene efectos que duran durante décadas; y puede administrarse de manera segura en los primeros años de vida para que siga produciendo inmunidad en el futuro. Ahora mismo, este escenario se acerca a la ciencia-ficción.
2 Vacunación + inmunidad expandida. No estaremos nada mal si las vacunas actuales siguen aumentando en producción y acceso, y además confirmamos que la inmunidad tanto por vacuna como por infección pasada se mantiene por más de un año (tiene papeletas para ello aquella que no es vía anticuerpos, sino vía células B y T) de manera que futuras exposiciones al virus producen enfermedades cada vez más leves. En este mundo, el SARS-CoV-2 se convierte en un patógeno con el que podemos convivir con relativa facilidad, aunque posiblemente necesitemos refuerzos de vacuna con cierta periodicidad, y siempre quedará un cierto riesgo de mutaciones que nos lo pongan difícil y de zonas específicas con baja inmunidad que se vean expuestas a epidemias más severas.
3 Vacunación segmentada. Si la combinación entre inmunidad por infecciones pasadas y prevalencia de la vacunación no es suficiente para evitar picos de contagio+muertes considerables, entonces viviremos la versión desigual de la pandemia constante. Los vacunados serán los privilegiados. Si el virus muta hasta el punto de requerir refuerzos o nuevas vacunas, la escasez temporal en la oferta de los mismos volverá a producir una fila de espera en la que irán primero los países/grupos sociales con mejor acceso efectivo a salud.
Este es, de hecho, el mundo en que vivimos hoy, y en el que podemos seguir viviendo si Delta o futuras variantes acaban por aconsejar cambios en el esquema de vacunación actual. Una pandemia perpetuamente desigual que ensanchará viejas brechas y abrirá otras nuevas entre países, y dentro de los mismos. Quienes podamos, nos acabaremos moviendo solo por los caminos seguros. Quienes no, tendrán que transitar los inseguros.
4 Vacunación superada o insuficiente. Este es el escenario catástrofe. Acabamos aquí si el virus le gana la carrera a la inmunidad, a través de mutaciones cada vez más eficaces en el contagio o porque la inmunidad de las actuales vacunas e infecciones pasadas se vuelve insuficiente para producir enfermedades más leves en poco tiempo (~1 o 2 años). Esto nos devolvería a marzo de 2020.
Como ya tenemos vacunas que funcionan y las variantes solo han demostrado una cierta capacidad (baja, por ahora) para esquivar su poder de defensa, no parece un escenario particularmente plausible. Ahora bien: sí podemos estar transitando entre este mundo y el mundo anterior durante varios meses o años, hasta que estabilicemos una solución que nos acerque más a los escenarios 1 o 2.
Estos 4 escenarios son más un espectro continuo que caminos discretamente separados los unos de los otros. Por ejemplo: quizás conseguimos la vacuna cuasi-universal pero solo llega a ciertos países al principio (que vivirían en el mundo 1, mientras el resto pueden estar en el 2-3-4). O tal vez nos pasamos unos años con una inmunidad razonablemente buena (2) hasta que una mutación inesperada nos lo pone todo del revés (3-4). Pero creo que ayudan a pensar en un futuro marcado por el virus.
Eso, a medio plazo, me parece difícil de evitar.
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En el ecuador de El Señor de los Anillos, la Compañía comandada por Gandalf tiene que cruzar las Montañas Nubladas. Hay tres caminos posibles. Rodearlas por el sur implica encontrarse con Saruman, quien en ese momento se descubre como enemigo inesperado. Así que intentan cruzarlas por arriba. Pero Caradhras casi los sepulta bajo la nieve. Así que toman la ruta subterránea de Moria.
La pandemia nunca fue un pico, siempre fue una cordillera. Estamos en el tránsito por Moria. Los orcos nos han oído. El barlog está despierto. Pero parece que lograremos salir si nos mantenemos unidos. Esperemos que todos, y no sólo algunos de nosotros.