✇ ¿Descubriremos de dónde vino realmente el virus?
Yo creo que con un poco de suerte sí lo acabaremos logrando, y que será gracias a una coalición alternativa por la verdad (pero movida por sus propios intereses, lo cual no está mal).
Un entendimiento más completo de los orígenes de la covid-19 claramente sirve a los intereses de cada persona en cada país del planeta.
David Relman, profesor de microbiología e inmunología, Stanford.
Entonces, ¿por qué hemos tardado tanto en investigar?
Hechos e hipótesis
El acuerdo, hasta ahora: el origen del contagio de SARS-CoV-2 es único, o con muy pocos focos, recientes y concentrados en Wuhan, China. El pariente conocido más cercano es un virus con presencia en murciélagos, RaTG13, encontrado por primera vez en 2013 en cuevas del sudoeste chino. Y la diferencia crucial entre ambos está en la spike protein: la de SARS-CoV-2 le permite engancharse mejor, de manera más eficiente, a los humanos. Esto se traduce en un rasgo que distingue al virus nuevo de los anteriores: lo bien que se contagia por el aire. Así lo retrata Nicholson Baker en el artículo que mejor ha envejecido durante 2021.
A partir de aquí, tenemos dos hipótesis razonables sobre la mesa.
🦇 Origen natural. En un mercado de Wuhan, un virus existente (¿RaTG13?) se mezcló con otro virus (de otros animales) para producir SARS-CoV-2, que pasó a los humanos.
🧫 Accidente de laboratorio. En el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), un laboratorio destacado en investigación de patógenos, particularmente coronavirus, y entre ellos algunos (¡RaTG13!) cercanos al SARS-CoV-2. También hay animales. Parte de estas investigaciones implican la recombinación o modificación de estos virus para anticipar sus formas más contagiosas y prepararnos contra ellas. Pero es posible que se produjera algún accidente que facilitara el contagio de una recombinación o modificación.
Geográficamente, el laboratorio y el mercado están bastante cerca el uno del otro. Ambos están notablemente alejados del origen conocido de RaTG13.
Si el origen es natural, y si está asociado con RaTG13, ¿cómo se produjo el viaje de Mojiang a Wuhan? Si el origen está en laboratorio, esta cuestión queda resuelta.
Por supuesto, no es tan sencillo. No es nada sencillo, de hecho. Para empezar, ¿estamos seguros de que el Mojiang sea origen del SARS-CoV-2? No, no lo estamos. Sospechamos por su similitud indica algo, y porque se tiene constancia de tres muertes por neumonía de origen desconocido entre trabajadores de una mina de Mojiang en 2012 (y anticuerpos “tipo SARS”).
También hemos confirmado que 13 de 41 casos tempranamente analizados en Wuhan no tenían vínculo con el mercado de Huanan. Y parece que por noviembre ya se conocían casos de enfermedades asociadas a personal del WIV.
A toda esta discusión de orden detectivesco se le une otra en el plano científico: ¿parece razonable al menos considerar que los mecanismos específicos que facilitan la eficiencia en el contagio de este virus obedecen a una acción deliberada por una mano creadora? Sin disponer de pruebas fehacientes, sí resulta que el debate sigue abierto.
Es decir: no tenemos ninguna prueba definitiva para confirmar la hipótesis de origen natural, y disponemos de indicios para al menos plantear una duda razonable sobre el lab leak. Buena parte de estos indicios, incluyendo prolíficos análisis al detalle sobre la pregunta del “diseño inteligente” que no han sido descartados por nueva evidencia, están sobre la mesa desde hace más de un año.
Pero sólo a finales de marzo la OMS dijo que hacía falta una investigación más a fondo, y hasta mayo tuvimos una carta en Science publicada por científicos de primer orden, y una investigación oficial del nuevo gobierno estadounidense.
Una coalición inesperada
No necesitamos acudir a conspiraciones para explicar esta lentitud. Nos basta con un análisis de economía política bastante clásico: creo que hay una alineación (quizás un tanto inesperada) de intereses entre el mundo de la defensa/militar y la ciencia que (esta es la parte inesperada) funciona tanto en China como en EEUU. Lo hace en cuatro niveles diferentes.
Intereses. En la base está la estructura desnuda de incentivos. Varios halcones de la seguridad nacional e internacional consideran necesario anticipar amenazas biológicas mediante experimentación. Una parte de la comunidad científica se beneficia de ello para financiar sus investigaciones. Y, en el caso que nos ocupa, las investigaciones en WIV centradas en aumentar la transmisibilidad de coronavirus estaban financiadas por becas de agencias parte del gobierno estadounidense. La beca para investigación estaba concedida a la organización sin ánimo de lucro EcoHealth Alliance, centrada entre otras cosas en el trabajo de prevención pandémica. Ésta firmó un acuerdo de colaboración con el WIV, que se centraba justamente en testear cómo los coronavirus podrían volverse más contagiosos.
El resultado es que hay bastante gente tanto en el mundillo de la defensa como en el de la ciencia (y, entre ambos, en las agencias e instituciones tanto públicas como privadas sin ánimo de lucro que hacen de engranaje) con un sesgo de partida inevitable contra la hipótesis del accidente en laboratorio.
Partidismo. Cuando Trump y varios de sus aliados más cercanos se lanzaron de cabeza a defender la hipótesis del lab leak lo hicieron con un objetivo partidista: desplazar las culpas de la pandemia (y su gestión) al exterior para minimizar el coste electoral. En ese empeño, además, jugaron a alimentar las versiones más extremas de la hipótesis, muy diferentes de las que se consideran hoy, tratando de culpar directamente al gobierno Chino de una filtración casi intencional. O, al menos, de manipular virus con objeto de prepararse para una contienda biológica.
El resultado fue que se volvió más sencillo comprar la hipótesis de origen natural para los grupos arriba mencionados. De hecho, hubo ciertas divisiones interesantes dentro del gobierno de EEUU por aquel entonces: mientras Mike Pompeo defendía las ideas de Trump, la Defense Intelligence Agency se ponía del lado del argumento natural.
El partidismo contra Trump galvanizó y amplió la base de apoyo de la coalición pro-origen natural. Y aún hoy a muchos les cuesta desprenderse de él.
Inversión previa. La pregunta del origen del virus es complicada por la ambigüedad de la evidencia existente. Así que es apenas normal que una gran mayoría de la gente que se interesa por ella utilice proxies de autoridad o partidistas para tomar una posición al respecto. Algo así: “OK, ¿quién está a favor de la hipótesis del lab leak? Veo que Trump y sus aliados más extremos, en una versión bastante loca que habla de guerra biológica. Pues nada, me voy con el otro lado, que veo científicos hablando ahí.” La posición quedó establecida, y a otra cosa.
Hasta que a principios de este año estas señales se volvieron más confusas. De repente teníamos artículos en el New York Magazine, en el Washington Post, cartas en Science, la OMS, y ¡hasta Biden! dando crédito al origen artificial.
En las últimas semanas he participado en bastantes conversaciones de este tipo: gente que me viene y me dice, “oye, ¿y esto qué?”. Una manera de preguntar: “oye, ¿entonces tengo que cambiar mi priorsobre esto?”.
La respuesta es que sí, claro. De hecho, el prior nunca debió ser distinto de un 50-50 para cada una de las dos hipótesis razonables.
Pero para muchos esto va a ser bastante caro. A más hayan invertido mental y públicamente en descartar la hipótesis del accidente, más les va a costar el giro. Lo he visto en Twitter, sobre todo: contorsiones en replies para salvar los muebles de argumentos comprados y defendidos en el pasado.
La coalición informal, descoordinada, tácita vive de esta inversión previa para sostener la imposibilidad de un origen artificial. Pero esto es cada vez menos sostenible.
Una coalición alternativa
Lo que hemos estado viendo es el surgimiento de una coalición alternativa favorecida por dos factores interactuando:
Ha llegado a la Casa Blanca un Presidente que es, al mismo tiempo, pro-ciencia establecida, pro-reformas progresistas, pro-defensa de EEUU y más bien duro con China. Uno más cercano a una relación amigable con China o más anti-defensa estaría más cerca de la coalición original, pero Biden rompe el equilibrio.
Un grupo (de nuevo, no coordinado necesariamente) de voces sin inversión previa adquirida en el argumento natural; ocon inversión previa adquirida en el contrario sin pertenecer al grupo de conspiranoicos ni al de aliados cercanos a Trump. El periodista Josh Rogin o el Wall Street Journal son buenos ejemplos de esto último, tomando posiciones desde muy pronto que favorecían la idea de un lab leak por las que ahora ven la oportunidad de responder.
Nótese que la verdad, así como sustantivo, no es un mecanismo que active necesariamente la coalición.
Primero, porque aún no sabemos cuál es la verdad. Sólo podemos decir que disponemos de información suficiente como para considerar dos hipótesis que son a la vez excluyentes entre sí y razonables a la luz de la (escasa, circunstancial) evidencia disponible.
Segundo, porque la verdad no es condición necesaria ni suficiente para sostener una coalición por una línea argumental determinada. Siempre habrá espacio para cuestionar incluso la evidencia más aparente si la motivación es lo suficientemente grande.
La verdad no es (aquí) un fin en sí mismo, sino un medio. La cita oficial de David Relman lo entiende así: algo que “sirve a los intereses” de todo el mundo porque nos ayudará a mejorar la manera en que nos relacionamos con los virus, minimizando la probabilidad de futuras pandemias.
Lo que hace la coalición alternativa es alinear sus intereses con los del resto del mundo. Y, en ello, como feliz resultado de las nuevas alineaciones, seguirá la búsqueda de la verdad.
* * *
Todavía no sabemos a ciencia cierta de dónde llegó el coronavirus, pero lo aproximaremos con precisión asombrosa. También seremos capaces de reconstruir con detalle la cadena de contagio.
Me basaba en las experiencias de epidemias pasadas para construir mi expectativa. No se ha cumplido. En enero de 2021 me acordé de ella cuando leía el artículo de Baker por primera vez. Ese artículo fue para mí el que despertó la duda. Si, un año después, aún no habíamos avanzado tanto como cabía esperar en el descubrimiento del origen natural, valía la pena prestar atención a otras posibilidades.
La ausencia de evidencia para una hipótesis no es evidencia incontrovertible para la contraria, pero sí una amable sugerencia de que algo tendremos que mirar, ¿no?