El problema Biden - o qué hacer con un emperador desnudo
Lo único que puede reemplazar a un emperador desnudo es otro vestido.
El pasado jueves 4 de julio (¡qué día para hacerlo!) Kamala Harris superó a Joe Biden en las apuestas de PredictIt sobre quién va a liderar la candidatura Demócrata.
Se recuperaría Biden durante el 8-9 de julio, para después cerrarse la brecha una vez más.
En Metaculus, la plataforma de superpronóstico por excelencia, Biden está en 62% de probabilidades medias. Llegó a estar en un 50% hace cinco días
Yo, como se ve en la imagen, le doy un 45% - es el candidato más probable, pero desde mediados de la semana pasada (cuando hice la apuesta: el 5 de julio) me parece más probable que el candidato sea cualquier otro.
¿Por qué está ahora en cuestión? ¿Por qué no antes? ¿Por qué de manera tan vehemente, pero a la vez incierta, representada en los vaivenes de los pronósticos?
Lo mal que lo hizo Biden en el debate sirvió de niño que grita en mitad del desfile que el emperador va sin traje, que está desnudo. Esa fábula sirve como metáfora de cómo se rompen los equilibrios de coordinación con información asimétrica. Me explico: en la fábula, nadie de la corte se atrevía a decirle al emperador que el sastre no le estaba haciendo traje alguno porque nadie sabía si el resto veían lo mismo o no, empezando por el propio emperador (de ahí la asimetría en la información). El poder de todos, emperador incluido, necesitaba de la credibilidad. Hacía falta alguien no sujeto a este incentivo: el niño en el público del desfile. El debate hizo las veces de niño. Y entonces se activó un proceso que es de naturaleza no lineal.
Primero, una ola de “estádesnudismo” protagonzada por quienes ya habían advertido de que Biden podría no ser el mejor candidato, pese a preferir la alternativa Demócrata a la Republicana. Eran los Pepito Grillo (por qué quedarnos solo con una fábula, eh): Ezra Klein, Nate Silver, Derek Thompson, Tom Friedman y similares. Aprovecharon el debate para salir raudos a enunciar: “veis, os lo dijimos”. Son voces que tienen un incentivo para que los Republicanos no ganen, pero es de preferencia política personal. El mayor incentivo que tienen es a mantener un buen criterio y un buen pronóstico sobre lo que puede pasar, porque una parte importante de su salario va en ello.
Tres medios de especial importancia para las élites estadounidenses y mundiales (el New York Times, el Financial Times, el Economist) se activaron también casi inmediatamente con titulares y revelaciones, así como editoriales.
Con esto, una dimensión crucial de la credibilidad se resquebrajaba: para el liderazgo del Partido Demócrata las élites de opinión y mediáticas son especialmente importantes porque configuran su entorno inmediato, son su vara de medir, y también de correa de transmisión hacia otros stakeholders del entorno: tanto internacional como interno. Así se activó la siguiente ronda:
Los aliados internos más cercanos, pero de forma anónima. Muchas personas que quieren poder decir después que ellos eran parte de las "unnamed sources", "senior staffers" que hicieron sonar la alarma. Protegiéndose (de manera calculada: fuentes anónimas, anónimas quedan) contra lo que entienden que es una probabilidad mayor de pérdida de poder de su hasta ahora (y por ahora) líder.
Y los financiadores. Nadie quiere apostar tampoco su dinero por un caballo perdedor. La señal más nítida la enviaron Abigail Disney y Reed Hastings (Netflix). Aquí los puntos anteriores (medios, opinólogos, aliados cercanos anónimos) pesaron probablemente tanto como las encuestas. En la media nacional Trump empezó a ir por delante revirtiendo la tendencia previa justo antes del debate; pero lo más dañino no es esto, sino que las brechas en los Estados clave, los que realmente decidirán la elección, se han vuelto sustanciales.
En este punto la escalada de riesgo para Biden ralentizó su subida y encontró una especie de máximo local. Esto es propio de los procesos no lineales con asimetrías de información: la nueva info que incluye las preferencias de cada uno se recibe en bloques, y se procesa así. Uno queda entonces a la espera de qué harán los actores con poder de cambiar el equilibrio. La falta de movimiento de muchos y la respuesta decidida del más importante, el propio Biden, produjo ese rebote en los pronósticos a su favor. Pero duró poco. Y en lo que pasó después está la clave a la pregunta de qué hacer con un emperador desnudo.
Las normas del Partido Demócrata establecen que una vez han sucedido las Primarias, los delegados en la Convención que escogerá al candidato deben votar por quien salió vencedor de las mismas en su Estado. Eso ata legalmente a todos los delegados, y le da sobre el papel el poder a Biden de decidir sobre su propio futuro. Ese poder es sin embargo relativo: no puedes ganar la Presidencia con el conjunto de tus aliados en contra. Es decir: una coordinación distinta a la existente. Pero claro, esa coordinación tiene que suceder en torno a alguien porque no solo se trata de que Biden no sea el candidato, sino de que haya una alternativa. Alguien a quien esos delegados puedan dar su voto en la Convención sin que ésta se convierta en un sindiós absoluto.
Para mí, la línea importante de los gráficos de Metaculus y PredictIt no es la de Biden que baja, sino la de Kamala Harris que sube. A medida que pasa el tiempo y queda menos para encontrar a alguien distinto, la Vicepresidenta se convierte en ese focal point. No es claro todavía, pero sí es cada vez más visible, sobre todo mientras nadie más sirva de candidato-coordinación. Porque lo único que puede reemplazar a un emperador desnudo es otro vestido.
En paralelo, los donantes siguen apretando; Nancy Pelosi y George Clooney (sí, el actor: en un evento en el que levantaba dinero para la candidatura Demócrata) se han sumado al cuestionamiento; y, de manera más determinante, Chuck Schumer, líder de la mayoría Demócrata en el Senado, ha comentado en privado (a sabiendas de que se iba a hacer público, porque lleva décadas en esto) que estaría “abierto” a la posibilidad de un cambio de candidato.
Fijémonos: todos siguen midiendo muy bien para poder desdecirse en caso de que el nuevo equilibrio no se consolide. Eso nos mete en una tautología: la cosa no sucede porque no acaba de suceder. Pero el niño ya ha gritado. Ahora el trabajo es de los adultos para vestir a un emperador alternativo. Y los movimientos para hacerlo van, pero van lentos e inseguros.
Es muy posible que este texto se quede viejo en pocas horas. De hecho, Biden tiene una rueda de prensa en el contexto de la cumbre de la OTAN que se plantea como bastante decisiva. Mientras esperamos, aquí dejo un podcast sobre cómo sería el sindiós de una Convención Demócrata abierta.
Respecto al tema de Biden, me dejó un tiempo pensando este post https://www.conspicuouscognition.com/p/bidens-age-and-the-problem-with-the. ¿Será que las élites siempre nos hacen pensar lo que ellos quieren que pensemos? ¿Será todo esto de Biden una especie de teatrillo para lo que no tenemos ni idea?