🏗 El valor de un poquito de ineficiencia
Este año, la Navidad sí está en riesgo. Sólo un poco de ineficiencia estructural (y autoridades que piensen de manera descentralizada) puede salvarla (y asegurar las del futuro).
El sistema mundial de distribución de bienes está en un atasco monumental. Lo del Ever Given en el Canal de Suez fue apenas un pequeño adelanto. El New York Times lo llama The Great Supply Chain Disruption, algo que esencialmente se resume en que el sistema está sobrecargado y no es capaz de asumir todo el flujo de bienes potenciado por una demanda en crecimiento.
Lo que nos reímos cuando creíamos que el comercio mundial estaba en peligro.
Yo lo llamo la paradoja de la eficiencia.
El sistema que está sobrecargado ha sido optimizado para funcionar “just in time”: con los tiempos, los inventarios y los procesos ajustados al máximo. Es un sistema extraordinariamente eficiente. Durante la pandemia, mi consumo en compras online aumentó, como el de prácticamente todo el mundo. Conseguí de todo (trípode, micrófono, lápices, reposapiés, silla de trabajo, jerseys que quedaran bien en videoconferencias, correas para sujetar gafas, suplementos alimenticios…) en unos tiempos increíblemente bajos, especialmente teniendo en cuenta que aunque Bogotá no sea precisamente un remoto rincón del mundo tampoco está en el centro de las cadenas de valor mundiales. Pero es un polo de demanda con sus casi 10 millones de habitantes en el área metropolitana. Así que el sistema se asegura de que las cosas lleguen.
Y vaya si llegaron.
Hasta ahora.
Tengo un pedido en Amazon de cosas más o menos triviales (tipo esterilla para hacer ejercicio en casa) parado desde hace días. No avanza. Me imagino el mega-container que contiene estas cosas parado sobre un barco, haciendo cola para ser descargado, a orillas del puerto de Cartagena.
Cartagena movía apenas 319.000 TEUs al año en 2000. Un TEU ~ un contenedor (es la unidad de medida universal en estas cosas). En 2020 movió 3'2 millones. No es mucho comparado con el puerto de mi ciudad natal, por ejemplo (Valencia: 5'4 millones en 2020). Pero el aumento de x10 en solo dos décadas es bastante espectacular.
El puerto ha crecido físicamente para aumentar capacidad en estos 20 años (y más que viene), pero también (y quizás sobre todo) ha afinado y mejorado sus operaciones. Este julio una terminal en Cartagena andaba absorbiendo 15 buques que no podían descargar en la semi-vecina Barranquilla, por ejemplo.
¿Dónde está la paradoja, entonces? En que este crecimiento y mejora del sistema se ha producido, como es natural, para ajustarse a la demanda creciente, pero solamente a eso.
Un sistema perfectamente eficiente (en el que no hay ni un milímetro de capacidad sin ocupar) pero complejo está inevitablemente expuesto a colapsos específicos cuando en alguna de las partes del proceso se produce una acumulación inesperada del flujo.
Una tubería totalmente recta puede asumir tanto flujo de líquido como permite su diámetro. Pero, ¿qué pasa con un sistema de miles de tuberías interconectadas mediante válvulas, con desvíos, niveladores, bombas para ir a contracorriente, bifurcaciones, trifurcaciones, semáforos, normativas que determinan la velocidad o el tiempo de parada, inspecciones, miles de personas que tienen que operar todas esas palancas? Que puede asumir tanto flujo de líquido como permite la combinación de todos estos elementos, pero por la propia lógica de paradas, seguidas, recovecos y redistribución las acumulaciones específicas que desemboquen en fallo en alguno de ellos es mucho más probable que en una tubería totalmente recta.
Moraleja: un sistema complejo debería contar con capacidad de sobra. Es decir: para ser eficiente en el largo plazo, un sistema complejo debe operar en tiempos normales por debajo de su capacidad. Debe ser un poco ineficiente.
Vamos a Los Ángeles (a la vecina Long Beach, en realidad). Ese es uno de los nodo con mayor problema ahora mismo en el sistema. El CEO de Flexport (una empresa que se dedica a optimizar cadenas de distribución para otras) cogió un barco y se paseó por el puerto a ras de suelo. Hizo un hilo en el que relata la forma específica de los atascos en las piezas que componen el nodo de Los Angeles. Específicamente, esta:
La normativa municipal de Long Beach establece que no puedes apelotonar contenedores en más de 2 alturas. Petersen se refiere a otras cosas en el hilo (vale la pena leerlo entero: gracias a Octaviopor hacérmelo llegar), pero centrémonos en este ejemplo un momento. Es precisamente a lo que me refería: una pieza diminuta en un sistema complejísimo que establece un “diámetro de tubería” súper específico que, ahora mismo, está causando problemas de congestión.
Pues bien, el alcalde de Long Beach tardó menos de 24h en “ampliar el diámetro”, regulando apilamieno de hasta 5 contenedores de manera temporal y con las medidas de seguridad que correspondan.
¿Salvarán la Navidad la combinación de un alcalde progresista en una ciudad a la vez recreativa e industrial y un CEO de la empresa más quinta-esencial del capitalismo que te puedes encontrar hoy día? Es poco probable, pero sí lo harán decenas de combinaciones de este estilo, que deshagan uno a uno los nudos que se han ido acumulando en cascada dentro de la compleja red de tuberías de distribución mundial.
Estos análisis+decisiones van destinados a añadir capacidad de sobra en el sistema para minimizar el riesgo de colapsos específicos debidos al ajuste a la máxima eficiencia cortoplacista (“just-in-time”) .
Esa es la primera moraleja de este pequeño cuento pro-navideño: el valor de la ineficiencia. La segunda es, en realidad, la misma que referí en la nota sobre el Ever Given: la autoridad descentralizada y receptiva a ideas externas, que reconoce el propio error para poder corregirlo y hace de ello un ejemplo de liderazgo, es la autoridad más valiosa. Eso es lo que demostró el alcalde Garcia. Ojalá más decisiones tomadas de esta misma manera. A ver si salvamos la Navidad.
* * *
Mi última obsesión musical es Lana Del Rey. En una de mis canciones predilectas del disco que más me gusta de ella empieza cantando:
I miss Long Beach and I miss you, babe
En el imaginario colectivo, Long Beach se parece más a esto:
Que a esto otro:
Pero ambas están dentro del mismo término municipal de menos de 500.000 habitantes. El puerto mueve 8,2 millones de TEUs al año, superando tanto a Cartagena como a Valencia a pesar de que es más pequeña que ambas. En TEUs per capita, Long Beach gana. En turismo deben estar a la par: seis millones de visitantespisan LB cada año.
Debe ser complicado gobernar una ciudad así. Me lo figuro porque me recuerda a la mía.
Ahora la han vallado. Normal: no sé cómo no nos matábamos subiendo ahí.
Crecí subiéndome a esta vieja grúa y perdiéndome entre su maquinaria parada, a 2 minutos de mi casa, en un puerto industrial que dejó de serlo y tardó dos décadas en convertirse en lo que ahora es: un espacio que, contra todo pronóstico tras años de dejadez, una Copa América y un circuito urbano de F1 ha acabado siendo bastante guay, la verdad. De hecho, ese edificio blanco que se ve detrás de la grúa es una escuela de negocios insertada en un lugar que ahora parece natural aunque entonces parecía improbable. Pero todo ello resulta también un poquito melancólico, porque es inevitable que la reconversión de algo que era decadente pero nuestro en algo que es próspero pero de todos nos deje con un poco de sentimiento — bastante egoísta y algo cínico — de pérdida a pesar de la promesa de un futuro mejor. Como la canción de Lana Del Rey.