Facilitando decisiones: control de armas y violencia
Aunque las armas no sean una condición suficiente para la violencia homicida, sí son una condición necesaria para hacerla más accesibles. ES el acceso, NO el deseo.
Un arma de fuego no es un instrumento multifacético, ni tampoco reporta un beneficio social claro fuera de su uso como herramienta eficaz, portátil, de defensa o ataque. No es un hacha, ni un cuchillo, ni un martillo, ni una combinación química que resulta explosiva. Todo eso tiene otros usos además del eventual de ejercer la violencia. No. Un arma de fuego solo sirve para ser disparada.
Este es el punto de partida inevitable. La pregunta lógica que se deriva es: ¿quién y bajo qué condiciones debería tener acceso a algo que solo sirve para atacar y defenderse?
Es un debate mucho más sencillo de lo que algunos quieren hacer ver. De lo que, a veces, pretendemos los que participamos en el debate público. Creo que diseccionar el debate sobre la regulación del porte de armas puede ser útil para entender por qué a veces nos complicamos la vida de más, y en esa complicación, se pierde bienestar. Se pierden, de hecho, vidas.
Las causas últimas de la violencia
“La pistola sola no mata: necesita de alguien que quiera usarla para eso” es una frase habitual cada vez que hay una matanza por arma de fuego, casi siempre en EEUU. La frase es empíricamente cierta. Y la usan normalmente los que defienden dos posiciones.
→ Los que relativizan el porte de armas y la importancia de las leyes que lo restringen o permiten. Lo que vienen a decir es: la causa última de la violencia es mucho más compleja que la disponibilidad de pistolas. ¿No deberíamos centrarnos en eso?
→ Los que prefieren fijar su atención en los supuestos males de la sociedad, casi siempre de la estadounidense. “Es una sociedad enferma” es prácticamente lo que vienen a decir después.
Esta trampa argumental es especialmente perniciosa porque descentra el debate con un argumento en principio verdadero. Claro que la violencia necesita de alguien que quiera ejercerla. Y claro que ese alguien está bajo determinadas condiciones sociales, económicas, familiares que incrementan la probabilidad de incurrir en su uso. Pero la pregunta inmediata es: si sacamos armas de las calles, ¿reduciremos la cantidad de muertes, aún manteniendo todas las otras condiciones personales y estructurales constantes?
Puedo citar literatura académica para defender que la respuesta a esa pregunta es sí.
Pero no puedo evitar sentir que estoy un poco defendiendo lo obvio. Claro que si reduces la disponibilidad de un instrumento diseñado para matar de manera más eficiente, las muertes serán menos. Los problemas de salud mental seguirán. La rabia seguirá. Las desigualdades, la exclusión social, todo seguirá. También seguirán los procesos de radicalización ideológica. Pero habrás hecho menos eficiente la labor de matar. Cuchillos, martillos y combinaciones químicas para producir explosivos seguirán más o menos disponibles para ser conectado al deseo de matar, que a su vez estará conectado con las causas complejas que llevan al ejercicio de la violencia. Pero al menos habrás quitado de circulación uno de los instrumentos, y no cualquiera. Así, el debate sobre esas causas complejas se antoja una barrera, más que un aliciente, para tomar la decisión adecuada de política pública.
Excusas para la oposición
En EEUU, un 53% de la ciudadanía en 2021 quería una regulación más estricta de la tenencia de armas.
Este porcentaje es mucho mayor entre votantes demócratas y menor entre republicanos. Aquí se produce el bloqueo: son los Estados con gobiernos republicanos o potencialmente republicanos los que impiden una profundización mayor de la demanda de la mayoría absoluta del país. Esta es una derivada inevitable de la lógica federal sobre la que se fundan los EEUU: su sistema constitucional no sólo aspira a representar a los individuos sino también a los territorios, un mecanismo de protección de minorías que termina con resultados como éste. Pero lo que me interesa más es que la preferencia sobre la regulación de las armas no es estática, sino dinámica. Ya se aprecia en los datos de Pew Research: tocó techo en 2019, pero luego bajó.
Hay muchos factores que afectan a esta dinámica. Uno es la presencia de tiroteos, que aumentan la preferencia por regulación pero solo entre votantes demócratas.
Esto es cierto incluso cuando el tiroteo se produce en una escuela, aunque en ese caso el efecto es mayor y casi, casi se vuelve significativo entre los republicanos.
Los argumentos que fundamentan esta posición también son dinámicos. Como lo es el acceso a ellos para los votantes.
→ Está el argumento de auto-determinación individual, según el cual el individuo siempre debe tener un último recurso al que acudir para defenderse de fuerzas externas. Este argumento presupone que la concesión de las herramientas necesarias a un tercero (los ejecutores de la violencia estatal) no es suficiente garantía. Es, en ese sentido, casi irreductible porque se basa en un principio normativo rígido.
→ También tenemos el argumento de auto-determinación del Estado, que conecta con la tensión fundacional del sistema federal constitucional estadounidense: ¿qué priman, las normas estatales o el criterio del conjunto de la población? Esto saca la discusión de los parámetros asociados con la pregunta central de política pública, y se resuelven en una arena de debate distinta.
→ Y por último tenemos el grupo de argumentos sobre la relación causal entre disponibilidad de armas y violencia ejercida. Estos son los que me parecen la mejor diana para el debate. Pero, como decía antes, evitando el desenfoque hacia la discusión de las causas, y reenfocándolo en la sencillez de la idea de que aunque las armas no sean una condición suficiente para la violencia homicida, sí son una condición necesaria para hacerla más eficiente.
Al hacer eso estamos buscando la esencia del debate y al hacerlo se vuelve más sencillo y accesible. Primero quitemos armas de enmedio. Luego, lo demás.
Creo que deberíamos hacer este ejercicio de búsqueda de lo esencial más a menudo, porque nos ayudará a encontrar decisiones relativamente accesibles que pueden producir un beneficio considerable (o evitar daño, como es el caso). Esta práctica no niega la complejidad, sino que la secuencia. Lo hace despiezando el problema y ordenándolo por disponibilidad técnica de las decisiones a implementar. Empezamos con lo que sabemos que podemos hacer, y luego abordamos lo demás.
Si EEUU dejara de tener pistolas en circulación de hoy para mañana, es probable que sus niveles de violencia siguieran siendo más altos que los de otros países de igual nivel de renta, pero cabe poca duda de que serían más bajos de lo que son ahora. Esto no simplifica el problema de la violencia, insisto, pero sí facilita su abordaje.
Esta, y no otra, debería ser la punta de lanza en la discusión respecto al porte de armas. Creo yo.
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No podía terminar con otra canción. Mejor con la letra delante.