¿Frentes electorales para aprovechar todos los votos?
Simulando qué habría pasado con un frente de derechas, un frente de izquierdas, y ambos frentes al mismo tiempo enfrentados el 23J
Cualquier sistema para elegir representantes implica un dilema. Podemos diseñarlo de forma que produzca un cuerpo de representantes muy parecido a nosotros, los electores. Que refleje bien nuestra diversidad de opiniones. Sistemas muy proporcionales como el holandés o el israelita hacen esto: cada voto cuenta más o menos lo mismo, la barrera de entrada es muy baja, hay muchos representantes elegidos. Tiene un límite natural, esto, claro está: al final los representantes siempre serán menos que los representados, así que los primeros deben agruparse en partidos, pero en estos mundos nacen, crecen, se consolidan muchos partidos distintos entre sí, que reflejan matices que a veces al observador externo le parecen menores.
En estos sistemas las uniones para tomar decisiones se producen después de votar: los representantes deben sentarse, negociar, llegar a acuerdos que sumen mayorías absolutas. Eso alarga los procesos y genera incertidumbre.
Así que quizás preferimos un sistema que incentive mucho más la unión antes de la votación: partidos, plataformas de candidatos en definitiva, más amplias. Eso lo podemos conseguir haciendo que no todos los votos cuenten lo mismo. En un sistema tipo el estadounidense o el británico, cada circunscripción elige a un solo representante. Es decir, todos los que votan por alguien que no sea el primero en esa provincia, Estado, distrito ven que su voto se va a la nada. Así que los candidatos tienen muchísimos incentivos para escoger solo una de las dos plataformas disponibles y competir dentro de ella, lo cual las hace más plurales internamente. A cambio, estos sistemas tienden a producir mayorías que luego no necesitan negociar con nadie: quien tiene la mitad más uno del cuerpo de representantes puede tirar millas.
La mayoría de sistemas acaban con soluciones intermedias a este dilema. Ese es el caso del sistema español. La lógica de partida es proporcional: cada provincia se reparte una cantidad determinada de representantes (diputados) en función de su población, se vota en ella, y se reparten las plazas en función de los votos. Pero a esta base le hemos añadido dos mecanismos que introducen un sesgo pro-mayorías ex ante, que pesa los votos de manera distinta:
Hay un mínimo de dos diputados por provincia, de manera que un buen puñado de provincias poco pobladas empiezan con un generoso +2 de partida. Eso hace que un escaño en esa provincia sea más barato en votos que en otra.
La fórmula d’Hondt, especialmente cuando se combina con lo anterior, refuerza estos precios distintos y consolida los votos sin escaño.
Pongamos un ejemplo de las propias elecciones generales del 23 de julio de 2023, también para explicar la fórmula. Este es fue el de escaños en Badajoz:
Cada columna es un partido de los cuatro principales. Cada fila es un número entero en una serie de 1, 2, 3, 4… La fórmula es en realidad sencilla: en una tabla como esta, los escaños son para los partidos con los divisores (la cifra de cada casilla) más altos ordenados de mayor a menor. Si hay 5 escaños en la provincia, para los 5 más altos. Si hay 32, para los 32. Se ponen tantos números enteros en la fila como hagan falta para cubrir la cifra. Como se ve en el caso de Badajoz, el cuarto partido se queda sin escaño. Eso descarta 26.500 votos. Con otro sistema, como uno perfectamente proporcional con más escaños (digamos, 8 o 9) o uno en el que se le da un escaño por orden de llegada, Sumar sí tendría derecho. Aquí no lo tiene.
Estos son todos los votos de Sumar y de Vox que nuestro sistema ha descartado en las últimas elecciones:
Porque dado el sistema español hay dos estrategias ganadoras.
🐘 Go big. Ser un gran partido a nivel estatal que queda muy arriba para el reparto de d’Hondt en las provincias medianas y pequeñas. Esto son PP y PSOE, y es lo que trataron de ser Podemos’15 o Ciudadanos’19 - fallando, aunque ambos se quedaron cerca.
🏠 Stay home. Presentarte solo en algunas provincias en las que seas muy competitivo porque estás muy cerca de ciertas preferencias de esos electores. Esto hacen los partidos regionales, nacionalistas (con éxito) y los de la España vaciada (fracasando).
Una simple división de la cantidad de votos medios que le cuesta a cada partido sacar un diputado hace evidente que estas son las estrategias ganadoras, y que las de Sumar - Vox no lo son: les cuesta muchos más votos lograr un escaño en media.
¿Por qué existen Vox y Sumar?
Pero entonces, ¿por qué existen estos partidos? No sabemos si seguirán existiendo, si los votantes tomarán la decisión de premiar las dos estrategias ganadoras para que su voto cuente más. Pero, por ahora, mi explicación para que existan es que al menos seis millones de votantes así lo quieren.
El crecimiento de las diferencias ideológicas entre los españoles es algo bien documentado: solo este año hemos tenido tres nuevos y excelentes libros sobre polarización. Pero la polarización puede producirse dentro de dos únicos partidos, como muestra bien a las claras el caso de los Estados Unidos. En España han aumentado las posiciones extremas en los últimos cuatro años de manera sostenida.
Así que yo diría que estos votantes son más distintos que tozudos. El problema es que no son demasiados. No los suficientes como para garantizar una estrategia 🐘 go big (por ahora - siempre puede cambiar). Pero sigue siendo cierto que tenemos un sistema que introduce un sesgo pro-mayorías antes de votar con un nutrido grupo de votantes que prefiere forzarlas después de votar.
La solución que suelen mencionar a este problema es cambiar el sistema para hacerlo más proporcional. Para que sus partidos predilectos no pierdan tantos votos. Pero el problema es que los que salen ganando en el mundo actual (PP, PSOE) no tienen incentivo alguno para cambiarlo, y sí disponen de poder de bloquear cualquier cambio. Así, ¿hay alternativas a corto plazo?
Los frentes electorales
Sumar no es un partido, sino que son quince. Vox es, históricamente, una escisión del PP. Los primeros se unieron para resultar más competitivos electoralmente. Los segundos se salieron porque consideraban sus posiciones demasiado alejadas de las del resto. Pero ninguna de las dos cosas es casualidad: ambas reflejan precisamente que el sistema en que han crecido incentiva la unión.
He simulado lo que habría pasado si Vox regresara al PP. Asumiendo idénticos votos provincia por provincia, habría logrado una absoluta.
Es interesante ver cómo el PSOE habría perdido más que Sumar, simplemente porque en muchas provincias había recibido el último escaño repartido en d’Hondt.
Si el PSOE y todo lo que es hoy Sumar se hubieran unido no habrían alcanzado la absoluta, pero sí habrían sumado más escaños de los que habría añadido la izquierda. Habría bastado unirse con ERC para formar gobierno.
En esta simulación, 14 escaños viajan de la derecha estatal a la izquierda estatal, pero otros 3 lo hacen desde nacionalistas gallegos, vascos y catalanes (socios ahora mismo viables para el segundo bloque, no para el primero).
Lo lógico en cualquier caso es esperar que si uno de los dos lados se une, el otro también lo haga, precisamente para contrarrestar la estrategia rival. En ese caso, el resultado habría sido más parecido al que hemos visto, pero con una ligera mejora. Mayor para la derecha que para la izquierda, pero aún así insuficiente para quitarle el poder de veto a las formaciones nacionalistas vascas y catalanas.
No estoy hablando necesariamente de fusionar partidos, por cierto. En las democracias parlamentarias con sesgo pro-mayorías hay una tradición de plataformas conjuntas, con listas de candidaturas y programas negociados desde antes, sin necesidad de que todo suceda dentro de una misma organización. De esta manera te pones más arriba en el reparto de escaños y evitas el malgaste de votos. Un frente electoral, en definitiva.
¿Estoy diciendo que eso vaya a suceder, o que debería pasar? Sobre lo segundo no tengo opinión formada; y lo primero lo dudo. Pero sí me parece una posibilidad a considerar, algo que nos ayude a pensar un poquito fuera de las cajitas de las (más bien aburridas, lo siento) tertulias del día después que además sirve para ilustrar que el dilema central de los sistemas de elección no tiene solución sin coste ni esfuerzo. Precisamente porque todos nos imaginamos lo descomunalmente difícil que sería para ninguno de los dos lados producir un acuerdo como éste.
¿Es posible fusionar dos partidos sin alterar el resultado? Es decir, no sé si los partidos realmente son intercambiables... yo soy alguien que podría haber votado al PSOE, pero nunca habría votado a un frente PSOE+Sumar. Incluso aunque sé que pacten, una cosa es pactar y otra es ser el mismo partido o federación. Y creo que mucha gente que ha votado a PP no votarían PP+Vox, y viceversa, porque para conservadores moderados Vox es too much y para muchos de Vox, el PP es progre.
Podemos e IU se unieron en 2016 y los mismos dos partidos, fusionados, tuvieron un millón de votos menos que habían conseguido unos meses antes por separado...
Entiendo que este artículo es un ejercicio mental, sin embargo, y me ha parecido muy interesante. Saludos.
Es curioso que, aun formando dos grandes bloques (uno de izquierda y uno de derecha), todo seguiría dependiendo de CC y Junts. El modelo de reparto de escaños en España no es perfecto, porque no existe ninguno que lo sea, pero no deja de ser una aproximación decente.
Buena reflexión.