Infantino, Maluma e igualar por abajo
El cinismo como objetivo último de los argumentos que igualan a Qatar con Occidente, y su parecido más que razonable con las defensas de Putin, Xi, Irán o Arabia Saudí
Los europeos y el mundo occidental nos han dado muchas lecciones. Yo soy europeo. Por lo que hemos hecho durante 3.000 años en todo el mundo, deberíamos pedir disculpas por los próximos 3.000 años antes de dar lecciones de moral.
Gianni Infantino argumenta que los europeos estamos deslegitimados para criticar las violaciones de derechos humanos en Qatar por nuestra historia de colonialismo, imperialismo y guerras.
La verdad, no esperaba encontrar un ejemplo tan bueno de las tácticas que los poderes no occidentales utilizan contra sus rivales occidentales en boca del presidente de la FIFA.
Igualar por abajo
La estrategia esencial se puede definir en tres palabras: igualar por abajo.
Las voces más hábiles y exitosas asociadas con los gobiernos chino, ruso, saudí, de Emiratos, Qatar o incluso Irán en Occidente no lo son porque nos vendan fantasías de liberación bajo sus gobiernos que realmente nadie se cree del todo. Sino porque tratan de igualar sus propias acciones con otras de EEUU o países europeos en el pasado o en el presente.
Esto es lo que intenta hacer Infantino de una manera más o menos descarada en sus declaraciones. La igualación por abajo suele tomar una o varias de las siguientes formas.
→ whataboutism: “¿y qué hay de cuando Occidente hizo X?”
→ falsa equivalencia: “esto de Qatar es como X”
→ supuesto doble rasero: “cuando X nadie dijo nada”
Infantino implica todas ellas cuando hace su ya famosa enumeración.
Hoy tengo sentimientos fuertes. Hoy me siento qatarí, me siento árabe, me siento africano, me siento gay, me siento discapacitado, me siento un trabajador emigrante.
Lo que viene a decir es “mirad, toda esta gente queda excluida en países occidentales así que no sé por qué no hablamos de ellos en lugar de hablar de los problemas en Qatar”.
Luego añade, para aclararlo:
Por supuesto que no soy qatarí, ni árabe, ni africano, ni gay, ni discapacitado, ni trabajador inmigrante. Pero me siento como ellos porque sé lo que significa ser discriminado y acosado como extranjero en un país extranjero.
Hay al menos dos problemas (bien gordos) con esta argumentación:
El grado del problema es radicalmente distinto. Incluso los peores problemas presentes en países occidentales que pueden representar mayores grados de exclusión (la posición europea frente a los refugiados desde Oriente Medio; la situación de la ciudadanía afroamericana en EEUU; los derechos de las personas trans) están muy lejos de provocar el daño que supone una dictadura como la qatarí sobre su propia población.
Hay una diferencia cualitativa. Podemos y debemos cuestionar si el pluralismo, la democracia liberal y la economía de mercado sirven para producir libertad efectiva, así como condiciones de vida lo suficientemente dignas. Pero en el propio aparato ideológico que las defiende está el argumento de al menos caminar en esa dirección de manera más o menos sincera.
De hecho, como par darnos la razón en lo ridículo de la comparación, Infantino se permite añadir:
De niño me acosaban porque era pelirrojo y tenía pecas. Me acosaban por eso.
Ah. OK (!?)
Hay un tercer orden de problemas: habitualmente, quienes defienden estas falsas equivalencias lo hacen de manera, digamos, poco cercana a la realidad. Infantino también dijo en su rueda de prensa que…
Si Europa se preocupa realmente por el destino de estas personas, puede crear canales legales -como hizo Qatar- para que varios de estos trabajadores puedan venir a Europa a trabajar. Darles algo de futuro, algo de esperanza. (…) Esta lección moral unilateral es sólo hipocresía. Me pregunto por qué nadie reconoce los progresos realizados aquí desde 2016.
Pero si acudimos a una fuente independiente con conocimiento sobre el terreno, como lo es Hiba Zayadin (investigadora de Human Rights Watch para Oriente Medio) resulta que:
Los trabajadores migrantes que viajan a Qatar y a otros países de la región del Golfo se enfrentan a abusos a lo largo de su ciclo migratorio. Empieza en sus países de origen, donde suelen pagar tasas de contratación exorbitantes sólo para conseguir un empleo en Qatar, y a menudo se endeudan mucho en el proceso. Cuando llegan a Qatar, a veces se les presentan contratos que pagan menos de lo prometido.
La investigación de Human Rights Watch también ha demostrado que los abusos de los derechos de los trabajadores migrantes en Qatar son graves y sistemáticos y que las violaciones a menudo se derivan de su sistema de gobernanza laboral conocido como kafala (patrocinio), que vincula la situación legal de los trabajadores migrantes en el país a sus empleadores. El sistema penaliza la "fuga", es decir, dejar a un empleador sin permiso, por ejemplo, para cambiar de trabajo. Los trabajadores migrantes también suelen ser objeto de la confiscación rutinaria de sus pasaportes por parte de los empleadores y pagan tasas de contratación para asegurarse un empleo en el Golfo, lo que puede mantenerlos endeudados durante años.
Claro. Porque el verdadero poder de igualar por abajo no es convencernos de que Qatar es bueno. Sino de que el resto de países son igual de malos.
Maluma y el riesgo del cinismo
No somos crédulos. Al contrario: en un entorno de saturación de información, la posición más eficaz por defecto es no creerte nada. En este contexto, igualar por abajo descalifica a Occidente e indirectamente valida al resto.
Es por eso que resulta un recurso tan frecuente por útil para las voces autoritarias… y también para quienes se asocian a ellas en Occidente por interés personal. No creo que Infantino se haya puesto a reflexionar de manera estratégica con su gabinete sobre whataboutism y otras falacias argumentales en el rol del debate público actual. Creo simplemente que esa posición le ayuda a dormir más tranquilo por las noches. Como a Maluma le ayuda decir “mira, no me fastidies que yo vengo aquí a trabajar en lo mío, no a hablar de derechos humanos”.
El cinismo es útil para la búsqueda del interés personal estrecho porque te amplía el rango de oportunidades. Te libra de las difíciles decisiones en las que debes poner en la balanza dicho interés personal y la responsabilidad que lleves respecto a tus semejantes (e incluso la definición de qué es o qué no es un “semejante” para ti), respecto a tu sistema de valores, los límites que tiene para ti el deber público… pero te deja levantándote de la silla y saliendo del foco justo en el momento crucial, mientras en tu cabeza probablemente resuena algo como “por qué me preguntan a mí y no a X” o “y qué más da, si todos los políticos son iguales”.
Así, como el verdadero peligro es no creer: valoremos aquello que ahogue nuestro cinismo.