🧭 La incertidumbre ómicron y la utilidad de dudar de uno mismo
Reducción en severidad + aprendizaje autónomo vs. aumento de casos.
Trevor Bedford es una de mis voces favoritas durante la pandemia. Es riguroso, útil y accesible sin dejar de ser técnico. Hace poco escribió un hilo muy bueno sobre ómicron, con un pronóstico nítido: sus olas serán más masivas, pero también más súbitas y cortas en el tiempo, que con variantes anteriores.
Es un pronóstico que comparto y al que a día de hoy asocio una confianza media-alta.
Pero en un momento dado del hilo decía esto.
Un tercio de londinenses contagiados. Un tercio. Una de cada tres personas. Cuando vi el dato abrí mucho los ojos. En un momento dado mi mente se resistió a creerlo. Pero igualmente cogí el enlace al trino y me lo llevé a uno de mis chats de WhatsApp predilectos, donde la ‘norma blanda’ es que ahí se habla principalmente de evidencia y políticas públicas. Una de las personas en el chat, en cuyo criterio no podría confiar más, dijo “pues nada, allá vamos”. Pero otra, en la que confío lo mismo, me trajo esto.
Knowles es corresponsal del Economist en el Medio Oeste de EEUU. Bedford es un virólogo top mundial. La conversación sucedía dentro del dominio de especialización de Bedford y fuera del dominio de especialización de Knowles. Aún así, Bedford respondió que…
Una cifra muchísimo menor, aunque la verdad bastante impresionante: 1 de cada 33 londinenses con covid basada en ómicron en 3 semanas da vértigo, pero es más plausible. Hoy he visto otra estimación: 1 de cada 10.
Este amplísimo rango da una idea de la incertidumbre que todavía existe en torno al tamaño que puede alcanzar una ola de ómicron. Bedford, creo, identificó su error gracias al comentario de Knowles, que le sirvió para cuestionar su propia posición a pesar de venir de un observador semi-casual (un periodista del Economist no es exactamente alguien que pasaba por allí pero tampoco es un par académico del virólogo). De hecho, borró el trino original.
Entonces entendí mejor por qué me gustaba Bedford: tiene actitud scout, no soldado. Y yo, que me acabo de terminar con deleite el libro que explica esa distinción, fallaba en aplicar lo aprendido al cabo de apenas unas horas de jurar hacerlo siempre.
Scouts o soldados
El argumento de Julia Galef es relativamente sencillo, pero profundo: la actitud por defecto de nuestras mentes es parecida a la de un soldado. La misión central es defender las posiciones que ya hemos ido adquiriendo. Nuestros aprendizajes, nuestro acervo de creencias, nuestra identidad. En principio, esto tiene sentido: en la preservación hay valor de utilidad (sabemos cosas, o tenemos preceptos morales, que son funcionales), y también valor tanto emocional como social. Pero esta actitud de soldados mentales también nos aleja de la actualización de creencias cuando la evidencia cambia. Eso es el ideal scout: una mente más preocupada por la verdad que por auto-protegerse. Todos, dice Galef, deberíamos abandonar una parte de nuestra tendencia soldadesca por otra scout. Nos ayudaría a cumplir nuestros objetivos, cualesquiera que sean: desde estar más sanos o tener más tiempo libre a ascender en nuestro trabajo o frenar el cambio climático, cualquier proceso podría beneficiarse de una mayor atención a nueva evidencia que actualice las posiciones de partida.
(También se beneficiaría nuestra convivencia, aunque en esto no entra Galef sino de manera lateral, al abrir espacios de conversación sincera y empática entre posiciones distintas.)
Una aproximación scout implica inevitablemente nunca estar demasiado seguro de las propias creencias, sean del tipo que sean. Aunque sean datos duros o aparentemente duros. Es decir: una aproximación scout implica sí o sí asumir que uno está siempre un poco más equivocado de lo que cree.
Ser scout en tiempos de ómicron
Me ha llamado bastante la atención la rapidez con la que mucha gente ha asumido ciertas posiciones en torno a la pandemia. Una división general que se intuyó desde bien pronto fue la de quienes priorizaban las intervenciones no farmacológicas (restricciones fuertes a la movilidad, como confinamientos o cierres escolares) a toda costa, y quienes pensaban que dichas acciones traerían más problemas que beneficios. A mí me costaba tomar posición nítida, pero entiendo que al menos alguna gente me asoció más bien con la primera línea al principio porque me parecía que la incertidumbre ante el desconocimiento sobre el virus aconsejaba precaución (que se traducía en restricciones) y porque no veía tan claro el dilema entre salud y economía. Traté de explicarlo aquí.
Esencialmente, mi punto era que dependiendo de la composición de una sociedad o del segmento de ella al que estemos mirando existiría un trade-off fuerte entre restricciones y economía, uno más matizado, o una relación casi virtuosa.
A ello le añadí después la evidencia de que la gente se auto-regulacuando el contagio es alto independientemente de la norma.
While overall consumer traffic fell by 60 percentage points, legal restrictions explain only 7 percentage points of this. Individual choices were far more important and seem tied to fears of infection.
Entonces entendía que este tipo de datos mostraban que la gente no veía un dilema tan claro entre salud y economía o que, de verlo, tendían a optar por priorizar lo primero.
Pero conforme fue pasando el tiempo y fuimos aprendiendo más sobre el virus, especialmente cuando se hizo obvio que nos tocaba buscar maneras de convivir con el virus en el largo plazo, reinterpreté todo lo anterior bajo una nueva luz: ahora, la auto-regulación me parecía indicio contra restricciones fuertes, dándole más crédito al aprendizaje y decisiones autónomas.
Y en este punto llega ómicron. Un virus que se contagia más rápidamente, presenta escape inmune tanto vs. vacunas como infección pasada, pero para el que parece que esta misma inmunidad preserva potencia (especialmente tras refuerzo) de defensa contra resultados más graves. Además, empezamos a intuir que es entre un poco y bastante menos severo que variantes anteriores. Pero lo que no hemos sido capaces de calibrar es si el descenso en la tasa de hospitalización por caso que ganamos gracias a inmunidades adquiridas + menor severidad intrínseca será suficiente para evitar el riesgo de saturación hospitalaria dado por el aumento del ritmo de contagios, que puede provocar más casos graves en total. Dentro gráficos maravillosos de Mona Chalabibasados en un hilo del matemático Adam Kucharski.
Mona Chalabi - basado en Adam Kucharski
Mona Chalabi - basado en Adam Kucharski
Mona Chalabi - basado en Adam Kucharski
Y bien, ¿qué sucederá con ómicron?
🔴 ¿Será capaz de desbordarnos si no establecemos ninguna intervención no farmacológica que implique una restricción de la movilidad y las libertades de las personas?
🟢 ¿O será suficiente la combinación de inmunidad por vacunas, infecciones pasadas y reducción presumida de severidad intrínseca, junto a la auto-regulación que sin duda muchas personas ya están practicando, para evitar la saturación?
La verdad es que ese es el pronóstico que deberíamos tratar de hacer ahora mismo, pero mi respuesta es que ahora mismo no estoy seguro.
Por eso me enganché con la estimación de Bedford. Porque andaba buscando anclajes cognitivos.
Una parte de mi cerebro pensó “wow, si a 20 de diciembre uno de cada tres londinenses estaba infectado, entonces la cantidad absoluta de personas que tenemos en los hospitales es realmente baja”.
Otra parte pensó: “ese dato está como raro; debería buscar en Google la cantidad de casos detectados y hacer yo mismo la extrapolación”.
Creo que la primera parte era un pequeño soldado dispuesto a defender mi posición recientemente adquirida de, si no escepticismo, al menos sí duda razonable sobre restricciones a la movilidad. Pero la segunda era el scout. El “comprueba”. Yo no lo hice. Pero Knowles sí. E hizo a Bedford cambiar drásticamente su estimación hacia algo que encaja bastante mejor con la evidencia que hemos recibido de otros lugares, y que deja estas estimaciones en la zona gris en la que no permiten dar una respuesta clara a la duda de política pública arriba establecida.
De hecho, es seguro que la respuesta será un “depende”. A bote pronto, las características que ayudan a un país a esquivar las restricciones son:
→ Alta tasa de vacunación, especialmente con refuerzos y vacunas que sabemos que funcionan mejor contra ómicron (Pfizer, Moderna, combinación de estas dos con AstraZeneca o con cualquiera de las otras en formato 3 dosis).
→ Alta seroprevalencia, con inmunidad acumulada.
→ Población más joven, y menos susceptible por tanto a desarrollos graves de covid.
→ Más gente en una posición socioeconómica que implique un mayor dilema entre salud y economía.
El contrario de todas ellas (un país viejo, rico, con poca vacunación y poca incidencia acumulada previa) te situaría en el otro extremo del espectro de opciones de política pública (y, bueno, si eres ese país te aconsejaría bastante que te dedicaras a vacunar como si no hubiera un mañana).
Pero esto por ahora sólo es un modelo para aprender. Lo malo es que nos toca hacer mientras aprendemos. Hay ejemplos destacables, como este intento de dimensionar una respuesta para la ciudad de Nueva York que, con datos muy provisionales, indica “vale, esto va a ser malo, pero no tan malo ni de cerca como fue marzo-abril 2020, y es posible que sea una saturación hospitalaria equivalente a una mala temporada de gripe” (que sería algo bastante o muy malo pero no extraordinariamente catastrófico).
Pero fuera de estos ejemplos, creo que no lo estamos haciendo tan bien como deberíamos, la verdad. Y aquí rescato un mini-hilo de ayer de François Bailloux, una de las personas que más ha hecho para que reconsidere mi posición inicial, con el que me identifico (por ahora) bastante. Se refiere precisamente a la polarización de la que hablaba al principio, y habla de dos grupos de soldados que han tendido a capturar el debate sobre intervenciones no farmacológicas en la pandemia.
Rodéate de scouts
En el chat de WhatsApp del que hablaba antes al menos otra de las personas (de nuevo, una voz que me merece un respeto descomunal) tiene, o yo le intuyo, una posición más pesimista en esta cuestión que la mía. Yo tiendo a remarcar los datos que nos pondrían en una mejor posición frente a ómicron sin restricciones, y esta persona tiende a relativizarlos, siempre correctamente. Quizás porque mi país de residencia se parece un poco a la lista antes elaborada. En Colombia la vacunación está en niveles aceptables aunque no óptimos, el refuerzo mal que bien avanza especialmente entre la población vulnerable, la población es más bien joven, las infecciones pasadas se estiman en tamaños gigantescos (yo tengo claro que lo más probable es que haya pasado una asintomática o con síntomas tan leves que ni lo percibí), y los niveles de pobreza e informalidad garantizan que la mayor parte de la población sufre bastante o mucho el trade off entre pérdida de bienestar socioeconómico y pérdida de bienestar por aumento de casos de covid.
El caso es que en esa tensión argumental quiero pensar que siempre modulamos nuestras respectivas posiciones. Y espero que quienes estén encargados de tomar decisiones tan difíciles como la arriba descrita no sólo sean scouts aplicados (más que yo), sino que, como bien concluye Galef en su maravilloso epílogo, se rodeen más que de soldados como los arribafirmantes, de otros que lo sean aún más que ellos.
* * *
Creo que casi ninguno de nosotros estará celebrando la Nochebuena como realmente le gustaría. Ni siquiera los más tolerantes al riesgo, porque todos convivimos con personas que tienen niveles distintos de tolerancia al mismo. Yo desde luego no lo estoy haciendo. En la familia hemos ajustado nuestros planes al nuevo contexto ómicron. Pero oh, no duden que sí vamos a celebrar. Rodeados de gente cercana y querida, con información compartida entre todos, decisiones autónomas de coste-beneficio, tomadas creo que con bastante juicio, un buen vino o dos o tres, y alegría porque aún retenemos y nunca perderemos la capacidad de celebrar la vida. Que celebren ustedes bien, de manera libre e informada. Y alegre: abajo les dejo una lista de Spotify a tal efecto. Feliz Nochebuena, y feliz Navidad.