Los Nobel no existen para darte la razón (ni nada en el mundo)
El Nobel no es para el salario mínimo. El Nobel es para decirnos que el mundo es más grande que nuestra preconcepción del mismo.
Cuando he abierto un ojo en este lunes 11 de octubre a las 6:44AM, mi timeline de Twitter ya estaba lleno de pundits, periodistas, analistas, políticos clamando que le habían dado el Nobel “al salario mínimo”.
David Card, uno de los tres premiados este año, estaba en todas las apuestas (desde hace tiempo, en realidad). Efectivamente, Card tiene un estudio de principios de los años noventa en el que, junto a Alan Krueger, se fijan en una subida del salario mínimo en Nueva Jersey. Usando Pensilvania como control natural (un Estado vecino, con características parecidas, pero donde no cambió el salario mínimo), observan qué efectos tuvo la política en los trabajadores de restaurantes de comida rápida. La conclusión: no se destruyó empleo.
El estudio es uno de los más significativos en la disciplina. Desafió la sabiduría convencional sobre los efectos del salario mínimo en el mercado laboral y llevó el debate al respecto a un nuevo nivel. Así lo destaca la justificación del Nobel de este año. Pero junto a este trabajo, el comité cita otros muchos en ámbitos dispares, como la inmigración o la inversión en educación. Lo que tienen en común todos estos estudios no es su resultado, sino su aproximación metodológica.
Este Nobel es en realidad un premio a una revolución de rigor y credibilidad. Impulsada particularmente por los premiados, pero participada por otros muchos investigadores.
La ciencia (cualquiera) puede entenderse como la búsqueda de la verdad a través de métodos que nos ayudan a conversar sobre ella. Como dice Alex Tabarrok:
The importance of Card and Krueger (1994) was not the result (which continue to be debated) but that Card and Krueger revealed to economists that there were natural experiments with plausible treatment and control groups all around us, if only we had the creativity to see them. The last thirty years of empirical economics has been the result of economists opening their eyes to the natural experiments all around them.
La negrita es mía: el resultado sigue siendo debatido. Pero ahora tenemos mejores herramientas para mantener el debate. Lo que ahora sabemos que no sabíamos antes de 1994 no es que el salario mínimo nunca, bajo ningún concepto, deprime el empleo. Lo que sabemos es que discutir sobre los distintos efectos del salario mínimo sobre el empleo es algo que podemos hacer mejor con métodos de identificación causal como los empleados por Card.
“Pero si los métodos están bien, significa que las conclusiones también, ¿no?” Lo que pasa es que con esos mismos métodos se pueden llegar a conclusiones distintas, o más bien dependientes del contexto. Por ejemplo: algunos pretenden contraponer el Nobel con el estudio que publicó a mediados de año el Banco de España sobre los efectos de la fuerte subida del salario mínimo en 2019. Esto solo tiene sentido desde la estrecha y errada óptica de comparar resultados, porque la realidad es que el estudio del BdE usa métodos premiados hoy, precisamente para llegar a conclusiones distintas (y con toda seguridad afectadas por las diferencias entre el contexto español y el estadounidense). No idénticos a los de Card & Krueger, pero sí herederos de los impulsados por quienes hoy reciben el Nobel.
La verdad no existe para darte la razón
Todo esto para mí se resume en una sola enseñanza: ni los hechos ni (idealmente) el análisis sistemático que de ellos hagamos a través de métodos científicos existen para darte la razón. Tampoco para quitártela. Sino que existen por sí mismos.
Esto es, lo admito, una aseveración ontológica: sí, considero que hay una realidad externa a nuestra percepción. Epistemológicamente, considero que debemos al menos aspirar a conocer esa realidad cada vez un poco mejor y corregir nuestra percepción de la misma.
Esta posición no sólo no invalida los postulados morales, como algunos (no yo) pretenden. Al contrario: la refuerza. Yo sé que me importa la libertad y que me importa la justicia. Eso no lo puede cambiar ningún conocimiento de la realidad. Lo que sí puede (debe) cambiar es cómo acercarme mejor a estos ideales.
La evidencia recogida por Card y compañía sobre salario mínimo, efectos de la migración sobre mercados laborales o gasto en educación ha sido particularmente influyente en cómo veo yo ese cómo. Más específicamente, ha informado de manera decisiva mi posición favorable a fronteras abiertas como mecanismo con enormes beneficios redistributivos y sin costes (más bien al contrario) en el crecimiento agregado. Pero lo ha sido precisamente por los métodos que usaron para producirla. Eso quiere decir que si me caso con algo no es con la conclusión, sino con los métodos. Y que si éstos producen
Por eso el Nobel no es para el salario mínimo. El Nobel es para decirte que el mundo es más grande que nuestra preconcepción del mismo, y que si estamos para algo en esta vida (además de para disfrutarla, claro) es para ir un poquito más allá de donde empezamos.
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A causa de la oleada anual de Nobel, estos días he vuelto a Race for the Prize, la canción de The Flaming Lips que abre The Soft Bulletin. Es la única canción que conozco que va de la dinámica de competición y cooperación consustancial a la manera en que hacemos ciencia.