ὂ - Omicron
Un resumen muy ágil de lo que sabemos a día de hoy, de lo que necesitamos saber pero no sabemos, y una reflexión sobre cómo deberíamos manejar las variantes en el debate público.
Ómicron ya es variante de preocupación según la OMS. Los criterios de la organización para decidir qué variante entra en este grupo son, a priori, claros. Debe cumplir con [a, b o c]:
a) aumento de la transmisibilidad o cambio perjudicial en la epidemiología de COVID-19;
b) aumento de la virulencia o cambio en la presentación clínica de la enfermedad;
c) disminución de la eficacia de las medidas sociales y de salud pública o de los diagnósticos, vacunas y terapias disponibles.
Para (b, c) no hay prueba alguna por ahora. De hecho, de forma preliminar, Angelique Coetzee, la presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica, indica que por lo que han podido ver los síntomas son leves, sin ninguno de ellos siendo particularmente prominente. También añadió que en la mayoría de casos observados en su país las personas infectadas no estaban vacunadas.
Lo que la OMS considera es que ómicron cumple con (a): cambio perjudicial en la epidemiología de COVID-19. Específicamente, un “riesgo incrementado de reinfección”.
Esto es lo primero que intuimos sobre ómicron: la variante acumula muchas mutaciones preocupantes que en laboratorio sugieren potencial de escape inmune. La siguiente diapositiva, sacada de una presentación del Ministerio de Salud de Sudáfrica y republicada aquí, lo resume.
En esencia, ómicron tiene mutaciones que en otras variantes hemos visto que se asocian con:
→ resistencia a anticuerpos
→ mayor eficacia de entrada a nuestras células
→ mayor infectividad
Y de ahí la preocupación oficial de la OMS, que ahora mismo afecta de manera preliminar a reinfección pero que podría llegar a afectar a la inmunidad proporcionada por vacunas. De hecho, en contraste con lo afirmado por los médicos sudafricanos, Chris Whitty, el asesor médico de referencia en el gobierno británico, ha indicado que considera que sí, que estas mutaciones que trae la variante podrían ayudarle a evadir inmunidad de las vacunas, aunque probablemente (cree él) seguirán proporcionando protección contra enfermedad grave y muerte.
Ahora bien: en todas estas consideraciones no hemos salido aún del laboratorio. ¿Cuál es el grado de todas estas supuestas capacidades de transmisión que atribuimos a ómicron vía análisis genético y comparativo? No lo sabemos todavía. Solo tenemos la información de laboratorio. La de mundo real es por ahora muy escasa. Muchos habréis visto este gráfico del Financial Times.
La historia que cuenta parece sencilla: ómicron ha llegado a representar la mayoría relativa (el porcentaje, vamos) de muestras recogidas en Sudáfrica en un tiempo mucho menor al de belta o beta. Eso debe querer decir que su velocidad de transmisión será efectivamente mayor, ¿no?
Pues no necesariamente, porque este porcentaje se ha obtenido con datos absolutos muy escasos. Estos de aquí.
Para cualquier variante es fácil convertirse rápido en la dominante si solo tiene que superar unos pocos cientos de casos de sus rivales, y no decenas de miles diarios.
Así que tenemos que esperar para recoger mejores datos en lugares donde ómicron esté compitiendo realmente con otras variantes mucho más frecuentes. Porque si sacamos la estimación a pelo de los datos sudafricanos, resultaría que ómicron es algo así como más contagiosa que el sarampión, que es uno de los virus respiratorios más contagiosos conocidos por la humanidad. Afirmaciones extraordinarias, como ésta, requieren pruebas extraordinarias.
Por ahora, lo razonable con la escasa información disponible es esperar que ómicron presente algún tipo de ventaja respecto a sus rivales, pero no necesariamente que se trate de La Variante Que Todo Lo Terminará. De hecho, no es probable que exista tal variante.
Mutaciones random y carreras graduales
Los humanos tendemos a atribuir inteligencia o motivación a cualquier cosa que nos encontramos. Es normal: es lo que conocemos (nosotros somos así) y nos hace más sencillo y llevadero existir que asumir que hay un montón de azar en torno nuestro. También lo hacemos con los virus, pero es un error.
Cuando un virus muta, no está pensando “muahahaha esta va a ser la mutación definitiva con la que lograré esquivar a esos malditos anticuerpos”. De hecho, pues no está pensando absolutamente nada. La oportunidad de mutación se produce en cada infección, especialmente en ciertas ocasiones:
Scientists believe that the extensive changes in Omicron and in the Alpha variant that originated last autumn in England are the result of long-term infection in an unidentified individual whose immune system is compromised through disease or medical treatment — an “evolutionary gym” as Peacock put it.
(Le voy a robar bastante este concepto de “gimnasio evolutivo” a Sharon Peacock, profesora de microbiología y salud pública en Cambridge).
Algunas de estas mutaciones, o combinaciones de las mismas, resultan en una nueva configuración del virus que le da una ventaja a la hora de infectarse y reinfectarse. Las variantes que dispongan de dicha mutación acabarán imponiéndose por inercia, no por motivo.
Y este proceso se repetirá decenas de veces. Mientras, nosotros sí tenemos intencionalidad: analizamos a nuestro adversario y adaptamos nuestras herramientas cuando pensamos que es necesario. Es lo que hacemos con el virus de la gripe cada año: miramos qué cepas dominan en cada sitio y afinamos el mix de vacunación para la siguiente temporada. Algo bastante posible es que nuestra relación con el SARS-CoV-2 acabe pareciendo a la que tenemos con el virus de la gripe, solo que más estresante porque la tasa de letalidad “pura” de la COVID es notablemente mayor. Es una carrera de obstáculos gradual e imprevisible, en cualquier caso, no una batalla a muerte entre una Vacuna Definitiva y una Variante Definitiva.
Los leones en la oscuridad
A lo anterior se añade el hecho de que solo vemos las mutaciones significativas que pasan por nuestros filtros de detección. Pero esos filtros (los sistemas de vigilancia genómica-epidemiológica de Estados y universidades; es decir: los análisis sistemáticos de muestras positivas para ver su formato genético) no son igual de buenos en todas partes. El sudafricano es particularmente top. También el británico. Pero no así el afgano o el hondureño. Además, no todos los países tienden a compartir alegremente sus hallazgos, sobre todo los regímenes autoritarios (holi, China).
En consecuencia, solo vemos las amenazas que caen bajo nuestra mirada. Podemos imaginarnos nuestro trayecto por la pandemia como un viaje por una selva oscura. Solo tenemos un par de linternas fijadas hacia el frente. Con ellas vamos a poder ver los leones que se crucen en su haz de luz, pero no a todas las otras bestias que acechen en la oscuridad.
Esta analogía da miedo, así explicada, pero más bien debería hacernos encoger los hombros un poco más a menudo. No sabemos si omicron es la peor variante ahí afuera y solo lo sabremos cuando dicha variante se cruce en nuestro camino. Hay una dimensión que no cae en nuestro control, pero sin embargo tomamos decisiones (y asumimos miedos) basándonos exclusivamente en lo que sí vemos. El ejemplo perfecto ha sido la decisión de cerrar fronteras con países del sur de África el pasado viernes para que el sábado tuviéramos casos confirmados o muy probables en Bélgica, Reino Unido o Alemania. No deberíamos tomar decisiones tan drásticas si lo único que tenemos para alumbrarlas son un par de linternitas fijas.
Así que vamos a calmarnos y a seguir trabajando
Lo que tenemos con ómicron, por tanto, se parece a mi juicio a una prueba más de lo que hemos tenido en el pasado (delta) y seguiremos teniendo en los próximos meses. Una variante es detectada por uno de los filtros que tenemos. En primera instancia la comparamos con las de antes gen por gen y vemos qué mutaciones tiene que pueden ser preocupantes. Si tiene varias, la ponemos bajo vigilancia atenta para recoger datos sobre qué tal se comporta en el mundo real vs. las defensas que ya tenemos, sea por contagios previos, por tratamiento o por vacuna. Es posible que de la evaluación resulte que es algo mejor contra alguna de esas tres o contra las tres. En consecuencia, deberíamos ajustar dichas defensas en la medida en que podamos.
Muchas de estas variantes supondrán un cambio tan pequeño que no valdrá la pena adoptar instrumentos. Eso es de hecho lo que pasó con varias de las que tanto nos preocuparon durante un puñado de horas, días o semanas. Algunas incluso desaparecerán por no ser tan competitivas como nos parecieron sobre el papel en el análisis gen por gen. Otras sí erosionarán nuestras murallas de manera más sustancial y nos tocará reforzarlas. De todas las variantes que nos hemos cruzado hasta ahora, ómicron es la que tiene más papeletas. Por ahora son eso: muchas papeletas, no una certeza. Tendremos resultados de laboratorio sobre qué tal lo hacen las actuales vacunas (al menos las más rápidas en presentarlos: probablemente Pfizer, Moderna y AZ si la agilidad con Alfa y Delta sirve de prueba) contra ómicron en un par de semanas o tres. Ese será un primer indicio sobre si la respuesta inmune es desastrosa, mediocre, razonablemente buena o (como lo es hoy con el resto de variantes) excelente. Pero seguirá siendo un dato incompleto: necesitaremos, como recogimos para delta, información de mundo real sobre si las personas vacunadas están enfermando más o no con la nueva variante. Esto sólo lo tendremos en países con alta circulación de ómicron y tasas de vacunación relativamente sustanciales. Con delta primero observamos que la pérdida de protección en laboratorio (contando anticuerpos) parecía existir, para luego ir al mundo real y comprobar que la reducción de protección era aceptablemente pequeña contra infección sintomática e inexistente para desarrollos graves en el Reino Unido (Pfizer, AZ).
A mí me parece que tendríamos que asumir que este toma y daca, este correr en círculos, es un escenario posible, que durará mucho tiempo en tanto que el SARS-CoV-2 se puede volver endémico, y en consecuencia deberíamos adaptar (posiblemente a la baja) la atención y esfuerzo que prestamos a cada nueva variante. Porque los círculos de miedo y ansiedad deterioran la salud mental de las personas, o llevan a los Estados a tomar decisiones apresuradas que pueden terminar produciendo más daño que bien (vuelvo al ejemplo del cierre de vuelos repentino). Y porque, por mucho que corramos, seguiremos en la selva. Puede que llegue un momento en que necesitemos correr de verdad pero estemos tan cansados de hacerlo para nada que nos cueste mucho más hacerlo. Así que mejor ampliar nuestras linternas y seguir trabajando en nuestras defensas para entender el camino que nos queda por delante, que salir disparados a cada rugido que escuchemos.
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En 2008 Adele estaba de gira de promoción en EEUU. Pasó por las oficinas de Billboard, como corresponde, y grabó esto.
Según el comentario en el mismo video de un auto-identificado asistente, él supo de casualidad que Adele iba a cantar, y se acercó porque había escuchado la canción de pasada en la radio (era su primer single, aún no muy difundido en EEUU). Dice que allí no habría más de 15 o 20 personas.
Yo creo que cualquiera de esas 15 o 20, cualquiera que vea esa interpretación, tendrá inevitablemente una epifanía. Es tan absurdamente buena que resulta imposible no situarse mentalmente en el supuesto de estar viendo algo extraordinario que nadie más está viendo.
En fin: la analogía del haz de luz no sólo funciona con leones y variantes amenazadoras :)
El video tardó 3 años en salir a la luz. Disfrútenlo tanto si ya lo han hecho en el pasado como si es la primera vez.