✞ Torrijas, gafas, espejos, y el bien común
No coincidir en todo con el modelo mental que otros tienen de ti te ayudará, creo, a tener opiniones más útiles, más flexibles, más precisas, y honestas en su relación con la evidencia acumulada.
Gracias a memes como este me he acordado durante estos días santos de que hasta hace un año yo no sabía que las torrijas eran un postre típico de Semana Santa en España. Me lo explicó Twitter porque fui a preguntar.
Este agujero de cultura general se explica sencillamente porque en mi casa nunca fuimos mucho de torrijas. En Semana Santa nos quedábamos en la mona y en la llonganisa de Pascua.
No hay fotos de monas y longanizas de Pascua para uso libre :( Aquí la prueba.
La interpretación de un poco de gente en Twitter fue, sin embargo, que yo no tenía ni idea del país en el que había nacido y crecido.
Ese pocodegente venía toda ella de un solo lado en el espectro ideológico de Twitter: el conservador (algunos de ellos se llaman libertarios a sí mismos, pero a ningún libertario real le preocuparía que se preserve la tradición). Mi bio basta para formarte una imagen estereotípica de quién soy: escribo en El País, soy parte de un think tank dirigido por Toni Roldán en Esade, vengo de Politikon.
Ya está: sociólogo progre que ignora todo lo que no salga en el New Yorker. Pura élite intelectual encerrada en su burbuja.
Hace tres. cuatro o cinco años merecía(mos) los mismos calificativos a manos de cierta izquierda anti-establishment, por cierto, usando una lógica similar: “nuevos intelectuales de Prisa”, “neoliberalismo disfrazado de socialdemocracia”…en fin, encasillados por proximidad estética.
Gafas distorsionadas...
Cuando cogemos una pieza sencilla, reducida de la realidad (y qué mejor ejemplo que 140 caracteres de despreocupada escritura en Twitter) y extraemos de ella una interpretación de orden superior, que además confirma lo que ya pensábamos, dicha interpretación dice más del color de las gafas con el que miramos a la realidad que de ésta misma.
La realidad es un maldito embrollo.
Incluso el optimismo positivista más irredento te va a tener que admitir que trabajamos con modelos mentales para poder asumirla. Nadie tiene toda la información de la realidad en su cerebro. Filtramos, escogemos, sintetizamos. Luego acudimos a lo aprendido transitando caminos ya andados. Que al fin y al cabo son más planitos: para eso hemos trabajado en aplanarlos.
Estos atajos hacia adentro son útiles, necesarios para nuestra supervivencia. Sobre todo cuando de ellos dependía que no nos cogiera la tormenta eléctrica o el depredador fuera de la cueva. Ahora ya vivimos en hogares, pero mantenemos la costumbre de los atajos para sobrevivir en la jungla del debate público.
Así, lo que en principio era bueno, nos impide aprender para mejorar nuestros modelos. Nuestra aversión al cambio de opinión es adaptativa en entornos agresivos, pero al mismo tiempo los produce porque nos invita a cavar más hondas las trincheras de nuestra confrontación dialéctica. “La polarización se come nuestro cerebro”, como dice Zeynep Tufekci. Nos vuelve idiotas muy hábiles. Los mejores sofistas de la historia.
...pero espejos informativos
El modelo mental que otras personas tienen de ti, o de tu entorno, es un espejo informativo. Yo propongo un ejercicio que me he aplicado últimamente: hazte una idea de cuál es el modelo mental de ti que tiene otra gente, o distintos sectores de gente en el debate público. Y pregúntate qué tan bueno es para predecir lo que piensas de una serie de temas. Si alguno de estos modelos mentales (espejos) predicen (reflejan) a la perfección toda tu constelación de opiniones, entonces estarás en el camino del refuerzo.
El camino del refuerzo. En cualquier momento, sobre cualquier cosa, la mayoría de las personas apenas tenemos apenas un boceto de opinión. Para esbozarla solemos, de hecho, usar los modelos mentales en nuestro haber. Qué ha dicho tal o cual medio, persona, partido. Puedes subirte a uno de los carros existentes, pones tu voz a remolque o a la vanguardia de ellos, y ya. En ese caso, coincidir siempre con los modelos mentales existentes sobre ti y sobre tu burbuja será lo que desees. Tu audiencia dependerá de la trinchera. Pero no vas a añadir nada, ni vas a convencer a nadie que no estuviera predispuesto a escuchar lo que ya tenías que decir.
El desvío útil. Si no vas a sorprender a nadie, si la audiencia puede descontar por completo lo que vas a decir sobre cualquier cosa, entonces ¿qué utilidad tiene tu voz? Más aún: ¿qué capacidad de persuasión tienes hacia las personas que no están de acuerdo contigo si no encuentras puntos de enganche con lo que te es ajeno?
Nuestra relación con los modelos/espejos es complicada: no queremos parecernos demasiado a ellos, como digo, pero la idea no es alejarse hasta volvernos irreconocibles. En teoría, este auto-chequeo es un instrumento para explorar de manera crítica las propias opiniones y volverlas más precisas, empáticas, útiles, persuasivas. Pero también debería ser una manera de mantenernos honestos, evitando dañar en nuestras intervenciones ciertos bienes que son muchísimo más valiosos que cualquier cosa que tengamos que decir.
Bienes comunes capturados
La ciencia no es una voz, es una conversación (una maraña de ellas, de hecho). Así que no puede darte la razón. Menos aún siempre. Si la evidencia (así, como un monolito) siempre apoya tus posturas preestablecidas, entonces probablemente estás escogiendo la parte de la conversación que más te conviene.
El humor, como la ciencia, es punto de encuentro. Nos reconocemos en aquello de lo que nos reímos, y también en aquello que descubrimos. De hecho, si yo a estas alturas de 2020 hubiera seguido a Malacara, ya habría aprendido de la tradición torrijera sin necesidad de preguntar. Los memes y los papers, bien empleados, crean conocimiento compartido, y sensación de comunión.
Pero hay pocas cuentas de humor en redes (parodias, memes, personajes ficticios) que resistan el tirón de los atajos. Al final acabamos sabiendo lo que vota quien esté detrás de cualquiera de ellas.
El problema aquí no está en tener una opinión sino en parapetarla tras el bien común, capturándolo para tus intereses, arriesgando con ello el desprestigio de todo él.
Cuando nos apoyamos en la ciencia, deberíamos:
explicitar nuestras posturas normativas, cuando las tengamos, sobre todo si te parece que no las tenemos;
definir el dilema existente en torno a dichas preferencias normativas, asociando un coste a nuestros principios y no solo a los rivales, como decía Isaiah Berlin;
usar fórmulas tipo “hay evidencia que indica” en lugar de “la evidencia/la ciencia nos dice que”;
ser consciente de los puntos débiles de la evidencia que estamos usando, y de los puntos fuertes de la evidencia contraria si la hay;
admitir que podemos perder una discusión; por tanto, estar dispuesto a cambiar de opinión;
y, por tanto, estar abierto a que nos quiten la razón a base de buenos argumentos y evidencia, más que a base de credenciales acumuladas.
Si por ejemplo vives en España, te dedicas de alguna manera a participar en el debate público, estabas contra el uso de 😷 cuando lo estaba también el partido por el que votas, y lo justificabas con rebuscados argumentos, entonces te estabas parapetando en la ciencia, no apoyándote en ella, incumpliendo todo lo anterior.
Usabas pistas partidistas.
Probablemente ahora que está en el BOE estés a favor; de la misma manera que otros se habrán puesto en contra hoy cuando hace un año se escandalizaban (con razón) ante la tardanza de las autoridades españolas en obligar y facilitar el uso de 😷 : usan pistas partidistas para guiar su elección de evidencia, pero las contrarias.
Ambos sectores cambiaron de opinión conforme se lo indicaban las voces dominantes en sus grupos ideológicos de referencia.
Ciertamente, cambiar de opinión antes de que lo haga tu grupo de referencia no es fácil:
Reconsiderar tus ideas implica aceptar que hasta ahora estabas equivocado. También te lleva a revisar tus creencias en otros aspectos. Y te obliga a revaluar tus actitudes y comportamientos pasados.
Te va a salir caro, en el sitio de partida…
El cambio de opinión es asimismo un acto de valentía pública. La censura por parte de tus copartidarios será inevitable: obedece a su necesidad de proteger su propia coherencia moral. Si tú, traidor, eres despreciable, eso quiere decir que ellos continúan en el lado correcto. Además, esto le pone un precio a la salida, de manera que cualquier otro que se vea tentado de cuestionar su posición se lo piense dos veces.
…y en el de llegada.
El exilio de pensamiento no es fácil tampoco en el destino. No te van a recibir con los brazos abiertos quienes hasta ahora eran tus adversarios. A ellos les supone un ejercicio de reconsideración de sus propios puntos de vista sobre ti. Y para resolver la disonancia es necesario hacerte pasar por cierto vía crucis.
Hoy día es aún más difícil, precisamente por el proceso de modelación mental y atajos intelectuales:
A medida que los espacios en los que adquirimos nueva información e interpretamos los hechos se vuelven más homogéneos (tu grupo de WhatsApp, tu muro de Facebook, tus medios), se vuelve menos creíble que la motivación del cambio de opinión no sea cínica o interesada. Y, por tanto, moralmente inaceptable.
Así, lo estamos haciendo cada vez menos probable:
Tú, que un día leíste algo distinto o hablaste con alguien que tenía una perspectiva diferente y eso te sugirió ver las cosas de otra manera, te lo pensarás mucho antes de asumir el creciente precio de cuestionar a los tuyos. Y te guardarás esa pulsión sin explorarla, negándole a un mundo de blancos y negros la ansiada posibilidad de un gris.
Pero también resulta liberador una vez empiezas a practicarlo de vez en cuando: la pulsión de “ser útil” se va volviendo más fuerte que la de “estar de acuerdo”.
Al hacerlo, además, proteges, liberándolo, ese bien común que es la ciencia, porque no atas a ella tus propias derrotas dialécticas.
Y puedes decir más libremente cosas como que tienes un montón de papers que demuestran que, en realidad, las torrijas son un postre bastante, bastante mediocre. Pero que estás dispuesto a escuchar otra evidencia que lo contradiga.
Feliz Pascua.
***
Quizás no veíamos con claridad todo lo anterior antes de la pandemia.
Pero ignorarlo después de este último año me parece imposible.
Esta nota es, de hecho, también un compromiso.