La paradoja del éxito de las ciudades (y su solución: primero, vivienda)
Quién se queda fuera (literalmente sin techo), qué significa eso, y por qué el debate del sinhogarismo y el que nos ocupa como clases medias y acomodadas debería ser el mismo con una solución parecida
Si vives o pasas con frecuencia por Madrid quizás te hayas dado cuenta de que hay más gente durmiendo en la calle. También, creo, en Barcelona (por donde voy bastante a menudo). Las personas que duermen en los aeropuertos de Barajas o del Prat han sido noticia últimamente. Y me temo que lo seguirán siendo.
Para quien piense que nuestras ciudades, y especialmente la capital, viven un momento económico dulce y dinámico esto puede resultar sorprendente, incluso contra-intuitivo. Buscan causas en el fentanilo o en la migración, por ejemplo. Para quien considere que estamos en un momento oscuro de alta desigualdad y erosión del contrato social, será una confirmación. Pero creo que haríamos bien en anclar plenamente el debate del sinhogarismo con otro que nos ocupa especialmente a las clases medias y medias-altas estos días: el precio de la vivienda.
En EEUU el problema del sinhogarismo es a la vez más agudo y crónico, además de variable, así que es un buen lugar para testar hipótesis. Como hicieron en este estudio con los 50 estados. ¿La correlación más fuerte? Con el coste de la vivienda. Seguida de un índice de coste de la vida, transportes, etc. Las prescripciones de opiáceos aparecen, pero algo más abajo en el ranking. Tener estatus de “lugar santuario” para migrantes (jurisdicciones en las que la cooperación con las autoridades de migración se limitan dentro de lo viable legalmente para proteger a las personas en situación irregular) aparece mucho más abajo.
En una serie de tests más exigentes, y aplicando varias versiones del modelo a un set escogido de variables, mientras el coste de la vida pesa entre la mitad y tres cuartos, el desempleo pesa entre nada y un tercio, y el consumo de opioides mucho menos.
Es verdad que el periodo del estudio (2020-2023) tuvo una inflación considerable fuera de los precios de la vivienda, pero hay otros.
¿Quiere eso decir que la situación laboral o monetaria de la persona no importa? Pues claro: pero lo hace en un contexto determinado.
Quién sufre el coste del éxito
Históricamente las ciudades nacían y crecían en un punto determinado por cualquiera de las siguientes razones (más o menos - lista no exhaustiva):
Hay un recurso natural cercano que extraer (agua, mar, minerales, tierra fértil, zonas de caza…).
Está en un punto estratégico para protegernos o atacar (alto, valle, acantilado, cabo…).
Pero poco a poco lo que eran puntos se fueron convirtiendo en nodos de una red, y aparecieron ciudades cuyo motivo para existir radicaba en:
Se encuentra en un punto intermedio (en una ruta) entre dos ciudades.
Está cerca de alguna ciudad interesante.
No es alguna ciudad en la que ya se acumula mucho poder y es estratégico generar un espacio nuevo para acumular nuevo poder (aplica a las capitales decididas desde arriba: desde Madrid hasta Brasilia).
Lo interesante de esta segunda fase (déjenme simplificar enormemente la historia de la humanidad, por favor y gracias) es que las ciudades pasan a ser un activo en sí mismo. Tienen valor intrínseco. ¿Por qué? Por el mero hecho de existir. Por la simple razón de juntar gente y las dinámicas que ahí se generan.
La Madrid en la que vivo recibe más conferencias de economistas top de las que puedo abarcar. Barbara Petrongolo, Kenneth Rogoff y Janet Currie solo en las tres semanas que rodean al día de hoy. A la que en los próximos meses llegarán a vivir varias personas que conozco bien, atraídas por sus universidades o empresas. Es la misma Madrid en la que a estos amigos y allegados (y a nosotros mismos) les (nos) cuesta encontrar piso. También es la ciudad a la que están llegando miles de personas de otras partes de España y de fuera a estudiar o a trabajar un poco en lo que sea (o ambas cosas, gracias a la - para mí, acertadísima - regulación que permite compatibilizar estudios y trabajo), a buscar oportunidades. Estos sufrirán en la búsqueda de piso bastante más que la gente de mi entorno, ya establecida profesionalmente o con vínculos previos en la ciudad. Y es la misma en la que observo cómo al escuálido abrigo de los puentes de Avenida de América se cobijan cada vez más.
Podemos pensar en todos esos segmentos como parte de una gradiente que tiene dos dimensiones: la del beneficio de venir a un lugar en el que todo el mundo quiere estar y la del coste de tener que buscar dónde vivir en él. En un extremo obtienes mucho beneficio y ves poco coste, porque tienes presupuesto u otro tipo de capital para resolverte la vida. A medida que te mueves en la gradiente, vas viendo menos beneficio (aunque esperas verlo en un futuro: ¡por eso vienes!) pero más coste. Al final, solo ves coste. Y por supuesto que tus circunstancias personales sí impactan ahí: personas que ya residían en esta ciudad desde hacía décadas pero ahora se quedan sin trabajo y no disponen de colchón de ahorro ni red de apoyo social o familiar; otras en situación irregular reciente o crónica; consumo problemático de sustancias… Pero, insisto, esas circunstancias operan en un contexto.
Primero, vivienda
Housing First es el nombre que se le dio a una manera de entender la política para reducir el sinhogarismo en países anglosajones. No tiene mucho misterio a primera vista. Voy a utilizar aquí las palabras de Hogar Sí (una entidad cuyo trabajo, si no conoces, te invito a que descubras).
Una metodología que ofrece un hogar digno, individual, permanente y con apoyo profesional. Hasta hace pocos años, la forma de afrontar el sinhogarismo seguía un modelo de atención en escalera. Las personas tenían que ir superando pasos poco a poco: de la calle a un albergue, del albergue a un alojamiento temporal y, como último escalón, una vivienda permanente. En ese largo proceso, un alto porcentaje de personas volvía a la calle. Housing First da la vuelta a ese modelo y comienza por la vivienda.
Como las circunstancias personales importan, las aproximaciones HF no ofrecen una vivienda y ya, sino que añaden apoyo profesional. Pero, insisten: separan vivienda y tratamiento o apoyo del tipo que sea. La vivienda es una pieza; el apoyo a la persona es otra. “Compromiso activo sin coerción”, añaden. Tienen a la evidencia de su lado.
La vivienda es el primer peldaño y no el último. Una persona que se encuentre en situación de sinhogarismo puede avanzar desde ahí. Necesitará apoyo individualizado de un tipo o de otro para desarrollar esa construcción, claro: dependiendo de si tiene consumo problemático de sustancias, problemas de inserción social o laboral, alguna afectación de tipo cognitivo o emocional, etcétera. Pero la vivienda es la base necesaria.
Yo esto lo veo clarísimo desde el primer día en que alguien me lo contó. Y por eso también veo claro que para quienes están en otros puntos del continuo al que me refería antes. “Primero vivienda” también en, por ejemplo, modelos de alquiler social para personas que no están sin hogar pero quizás sí en solución de alojamiento entre insostenible o indigna y poco adecuada: compartiendo habitación o piso demasiado pequeño, con varias familias bajo un techo, etcétera. “Primero vivienda” en residencias de estudiantes para el aumento (¡y que siga!) de movilidad estudiantil que tenemos. “Primero vivienda” en nueva construcción para núcleos emergentes junto a nuestras capitales (hola, Getafe o Paterna).
Todas ellas son muy distintas entre sí, como la gente que residirá, pero tienen en común que para las personas que las van a habitar reducen el coste que sufren e incrementen la posibilidad de acceder a (y contribuir al) éxito de nuestras (y sus) ciudades. Sea con una startup innovadora de inteligencia artificial o una nueva manera de entender la comida rápida a nivel de barrio.
Esto no es lo único que necesitamos para que nuestras ciudades no mueran de éxito, vale: me interesa también la configuración (densas y vivibles: bicicletas entre rascacielos); el transporte (accesible y masivo); los usos (mucho más mixtos y, por favor, manteniendo bajos con uso distinto a vivienda para asegurar dinámicas económicas y sociales a pie de calle); o las externalidades negativas (empezando por el turismo). Pero creo que es lo más urgente, lo más necesario, y (por qué no decirlo) lo más injustamente penalizado en el debate público. No tendría por qué ser así.
You got a fast car
I want a ticket to anywhere
Maybe we make a deal
Maybe together we can get somewhere
Any place is better
Starting from zero got nothing to lose
Maybe we'll make something
Me, myself, I got nothing to prove
You got a fast car
I got a plan to get us outta here
I been working at the convenience store
Managed to save just a little bit of money
Won't have to drive too far
Just 'cross the border and into the city
You and I can both get jobs
And finally see what it means to be living
(…)
You got a fast car
Is it fast enough so we can fly away?
We gotta make a decision
Leave tonight or live and die this way
So I remember when we were driving, driving in your car
Speed so fast it felt like I was drunk
City lights lay out before us
And your arm felt nice wrapped 'round my shoulder
And I-I had a feeling that I belonged
I-I had a feeling I could be someone, be someone, be someone
A otro nivel, sin duda, también he observado el creciente número de gente durmiendo en la calle en Segovia. Me atrevería a decir que es algo que no observo a este nivel desde hace unos 30 años, ni en los peores momentos de la crisis.
No dudo que el problema sea más grande en Madrid o Barcelona (después de todo, son ciudades grandes), pero hay muchas ciudades pequeñas que tienen una gran presión por una combinación de factores que, posiblemente, sea distinta. Es evidente que la solución sigue pasando por la creación de viviendas de distinto tipo, pero no se percibe que los que tienen que fomentar esta solución se lo tomen con la prioridad con la que deben (en prácticamente todos los niveles de la administración).
Y bueno, aunque no haya solución, al menos siempre nos quedará ese temazo de Tracy Chapman. Va camino de cumplir 40 años, y podría haber sido escrito hace pocos años. No para de resonar :/