Acemoglu, Johnson y Robinson: el Nobel de la economía política
Acemoglu, Johnson y Robinson tienen en el centro de su argumento cómo las coaliciones de interés determinan las instituciones
El Nobel de Economía de este año (bueno: el premio de la Academia Sueca en honor a Alfred Nobel en materia de economía, vale) ha ido para Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson. Primero y principal, diría, por este estudio. Tiene uno de los abstracts más claramente escritos de la literatura económica, a mi parecer. Empieza así:
"Explotamos las diferencias en las tasas de mortalidad de los europeos para estimar el efecto de las instituciones en el desempeño económico. Los europeos adoptaron políticas de colonización muy diferentes en diversas colonias, con instituciones asociadas distintas. En los lugares donde los europeos enfrentaban altas tasas de mortalidad, no podían asentarse y eran más propensos a establecer instituciones extractivas.
Pausa. Dentro gráfico mostrando esta relación.
Y luego la segunda parte del argumento.
“Al explotar las diferencias en las tasas de mortalidad europeas como un instrumento para las instituciones actuales, estimamos grandes efectos de las instituciones en el ingreso per cápita.
Pausa. Dentro tabla.
Es decir, que usan la mortalidad de los colonizadores como instrumento para identificar qué tipo de instituciones pusieron en pie. Si la mortalidad era alta, incentivaban a crear instituciones que implicaran un considerable riesgo de expropiación (llego, me lo llevo y me voy). Y de ahí daban el salto: a más riesgo de expropiación, menor crecimiento.
Pero las frases definitivas del abstract, la que acaba atándolo todo y dándole importancia crucial, son estas dos:
Una vez que se controla el efecto de las instituciones, los países de África o aquellos más cercanos al ecuador no tienen menores ingresos. (…) Estas instituciones han persistido hasta el presente.
(Les he cambiado el orden para incrementar su impacto, lo confieso). Es decir: respecto a la literatura sobre crecimiento económico de largo plazo, descartan las hipótesis geográficas y además insisten en que estas diferencias institucionales en el pasado tienen peso en el presente. En este otro paper también citado como argumento para el Nobel ahondan en estas dos ideas: que la intervención colonial en ciertos lugares que eran previamente más pobres y menos densamente poblados incentivó instituciones que fomentaban el crecimiento de largo plazo, mientras que en colonias que antes de la llegada europea eran más ricas los incentivos que tenían los invasores eran para extraer, no para fomentar. El resultado:
Las dos interpretaciones más habituales del trabajo de AJR (las siglas de los ganadores) y que puedes encontrar en X/Twitter hoy, son:
💚 La benévola, que ve sus argumentos como defensores de las instituciones económicas liberales que protegen la propiedad privada y por tanto incentivan la inversión productiva.
⭕️ La crítica, que ve las ideas de AJR como de alguna manera “justificadoras” del colonialismo.
Lo curioso de la crítica es que te la encuentras más habitualmente en círculos angloparlantes o en relación con países asiáticos de éxito económico. ¿Por qué? Porque un resultado del trabajo de AJR es que las instituciones de colonias anglo eran las que acababan produciendo un crecimiento económico más sostenido (comparemos EEUU con México). Y porque una dificultad empírica (no la única) de su trabajo está en explicar el triunfo de los regímenes iliberales que hicieron crecer naciones como China. Sin embargo, cuando te vas a discursos (del ámbito más bien centrista) en América Latina la posición es la contraria: “AJR explican por qué tenemos instituciones nefastas que heredamos de hecho de la colonia española” (¡hola, 12O!).
Y lo curioso de la benévola es que da un salto de lo observado a lo normativo que, para ser justos, sí está en los libros que firmaron Acemoglu y Robinson más de divulgación y ensayo: el famosísimo “Por qué fracasan los países”. Pero no necesariamente en su trabajo académico puro. Tampoco en “El pasillo estrecho”, su siguiente libro: en él, como resume Alice Evans, vienen a decir que:
Para que la libertad y la prosperidad prosperen, los países deben tener estados y sociedades fuertes. Un estado fuerte proporciona el Estado de Derecho y los bienes públicos, mientras que una sociedad fuerte ejerce presión para reformas y mantiene al estado bajo control.
Teniendo todo lo anterior en cuenta, mi extracción de mínimo común denominador de lo que este Nobel aporta es más concreta y básica. Chris Blattman (Columbia) lo resumía muy bien: coaliciones de interés - o incluso, si se quiere, coaliciones de clase.
Pseudoerasmus (desde siempre crítico con AJR, y probablemente a quien merece la pena leer de verdad para entender los puntos más débiles - especialmente empíricos - de los, por demás, geniales ganadores) es todavía más directo: el hallazgo central de AJR, dice, es que “las coaliciones de interés determinan las instituciones económicas”. Esto es en esencia de lo que va la economía política.
Es verdad que yo, normativamente, también prefiero las instituciones que tienden a proteger la propiedad privada a aquellas que tienden a extraerla, pero porque considero que la libertad negativa (ser libre de, no para) es un bien en sí mismo que merece ser preservado, como lo es el pluralismo.
Sin embargo, el trabajo de Acemoglu más allá de lo aquí descrito (mucho más allá, de hecho, del motivo de este Nobel) lleva a otras consideraciones que a cualquier persona razonable (creo) le harían matizar esta posición de base: si las coaliciones de interés determinan las instituciones económicas y (como se desprende de su trabajo con Pascual Restrepo y con el también laureado Simon Johnson) también el uso de la tecnología disponible (véase su libro más reciente, “Poder y progreso”), deberíamos cuidarnos de que sean lo suficientemente inclusivas en la clase de crecimiento que generen.
Y de ahí la derivada del “pasillo estrecho”: sociedades fuertes pero también estados fuertes capaces de asegurar tanto los derechos de propiedad como esa inclusión. Porque si no la propia distribución de capital puede terminar restringiendo los grados de libertad (libres para) de los perdedores del equilibrio resultante.
Una vez más, los Nobel no existen para darnos la razón. Al menos no por completo.
Desde siempre uno de mis estudios favoritos de Acemoglu es también uno de los menos citados. Se preguntaba en 2013 junto a Robinson y a Verdier: “¿por qué no podemos ser todos más como los escandinavos?” - si países como Suecia o Finlandia son percibidos como generadores de un bienestar mayor, por qué países que pueden permitirse cambiar en teoría como Estados Unidos no adoptan sistemas de bienestar al estilo escandinavo. Lo que hacen los autores es presentar un modelo teórico en el que todos los países contribuyen al avance de la frontera tecnológica mundial; dentro del modelo, argumentan que una mayor desigualdad de ingresos estimula el esfuerzo emprendedor y la innovación, lo que permite que los países con un capitalismo más competitivo (“de ir cortándose el cuello los unos a los otros”) se conviertan en líderes tecnológicos porque el incentivo existe.
En contraste, otros países pueden optar por formas de capitalismo con más apoyo social demandado y conseguido por movimientos y organizaciones políticas a tal efecto (partidos, sindicatos), pero con ello menor incentivo a estar en la frontera tecnológica y de mercado. A cambio, solo tienen que copiar y adaptar. Nunca tendrán una economía tan dinámica ni tanto crecimiento, y de hecho podría decirse que se aprovechan de los países “despiadados” porque sus innovaciones les acaban llegando. Pero bueno, viven más tranquilos.
Siempre he pensado que este marco teórico ofrece una versión intuitiva bastante más profunda de lo que parece a simple vista - otra cosa es qué tan bien teste empíricamente - de todo lo dicho más arriba y los dilemas implícitos en inclinar tu país más hacia un punto o hacia el otro. Y pues de eso va todo esto, ¿no? De tener herramientas para pensar un poquito menos erróneamente sobre el mundo. Los Nobel y sus trabajos no existen para darnos la razón, sino para que cada vez estemos algo menos equivocados.
Mi comprensión del asunto (leí el libro hace muchos años) es que los españoles se limitaron a superponer su estructura socio-económica y política (que les funcionaba) en territorios con amplia población y estructuras políticas asentadas y sustituibles. Y que los anglosajones tuvieron la mala suerte de llegar después, a zonas mucho menos pobladas y sin oro ni plata, en las que la imposición del sistema tardofeudal era más difícil. Se las tuvieron que componer. Y luego todo el rollo del protestantismo y bla bla bla. Es decir, que los incentivos (o coaliciones de interés) llevaron a cada parte del mundo a una situación diferente. No sé si eso es justificar el colonialismo.
De hecho lo que los ingleses hicieron en la India, densamente poblada, fue sencillamente establecer un sistema extractivo, porque no tenían incentivos para colonizar con oleadas de población. O sea lo contrario de lo que hicieron en Norteamérica o Australia.
Por otro lado, los mexicanos que digan lo que quieran ¿no?
Gracias por el artículo